Érase una vez un rey que odiaba al brujo más admirado por sus súbditos. Un día ordenó apresarlo y condenarlo. Le dijo: “Vas a ser ejecutado. Solo podrás salvarte si adivinas qué día vas a morir”. El hombre no perdió la compostura. Con voz pausada contestó: “Moriré un día antes que vos”. El rey palideció. La satisfacción inicial dio paso al temor por su propia vida, ¿y si sus predicciones son ciertas? En vez de matarlo, mandó que residiera en palacio y que siempre estuviera protegido.
Este cuento pone de manifiesto la importancia que puede llegar a tener la INTELIGENCIA EMOCIONAL. Daniel Goleman sostiene que la escuela debe promoverla, despertando la capacidad de reconocer los sentimientos propios y ajenos, de encauzarlos y de gestionar las relaciones sociales. Sin duda, el brujo del cuento tenía esas competencias. Desarrollarlas en el alumnado requiere docentes preparados para enseñar contenidos diferentes, como la aritmética del corazón o la gramática de las relaciones.
El CEIP Julio Caro Baroja trabaja en esta línea y va más allá, utilizando la emoción como recurso didáctico. Su estrategia pedagógica parte de una pregunta simple: ¿por qué lees un libro como Los pilares de la tierra, con más de 1000 páginas? Cuando descubres su historia no puedes dejarlo, te llega al corazón. En este colegio público de Málaga, los docentes acompañan el inicio de cada lectura propuesta con interpretaciones narrativas, con música relacionada con los libros y con investigaciones acerca de las realidades que los inspiran. Persiguen despertar en sus alumnos emociones positivas que enganchen al relato. Cuando lo logran, la lectura continúa sin el docente.
La educación se ha centrado tradicionalmente en lo que consideraba cuestiones serias, como la razón, las letras, los números... dejando de lado otros asuntos más humanos, como los sentimientos y las emociones. «Eso es cosa de cada uno», sentenciaba la Pedagogía. Pero resulta que estábamos equivocados. Como canta Fito, «las cosas importantes aquí son las que están detrás de la piel». Pedagogía vía Twitter
Parece evidente que la educación emocional debería ser una prioridad curricular. Sin embargo, la legislación educativa continúa lastrada por una tradición racionalista. Heredamos una "escuela del lado izquierdo", que no considera que los sentimientos y las emociones sean cosa suya. Por suerte, muchos docentes compensan esta carencia en el aula, demostrando lo que ya sabía el brujo del cuento: que la inteligencia emocional es tan importante (o más) que las matemáticas o la lengua; y que estas materias se comprenden mejor si se aprenden con emoción.
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