Descubriendo la disciplina positiva. ¿Cómo educar con firmeza y cariño?

Hace unos meses descubrí a Jane Nelsen. Ella es psicóloga y educadora, además de fundadora, junto con Lynn Lott, de la llamada “Disciplina Positiva”. La Disciplina Positiva es una forma de educar basada en la amabilidad y la firmeza, y está demostrado que tiene una eficacia extraordinaria. Hoy me gustaría compartirla con vosotros, ya que es muy interesante y se convierte en una forma diferente de entender la educación.

Son muchos los padres que vienen a consulta deseando orientación para sus hijos, o profesores que nos demandan pautas para mejorar la conducta de los alumnos en sus aulas. En ocasiones, no somos conscientes pero repetimos los patrones de conducta que hemos aprendido en nuestra infancia, o caemos en la trampa del excesivo autoritarismo o excesiva permisividad. En esto, la Disciplina Positiva puede ayudarnos, ya que ofrece herramientas sencillas y eficaces para alcanzar ese equilibrio que todos ansiamos.

Hoy hablaré de manera introductoria de algunos fundamentos de la Disciplina Positiva. Sus principales ideas son:

• Los niños lo hacen mejor cuando se sienten bien. A menudo, cuando estamos desesperados, para corregir el comportamiento de los niños, sin quererlo recurrimos a gritos, amenazas, castigos e incluso en casos extremos, humillaciones. Esto tiene como resultado que tanto ellos como nosotros experimentemos emociones negativas como la tristeza o el enfado. Si pensamos en cómo nos sentimos y lo que sucedía cuando éramos pequeños y alguien se dirigía a nosotros de esta manera, nos daremos cuenta que quizás sí, llegábamos a entender nuestro error, pero en ningún caso nos motivábamos para cambiar o mejorarlo.
• Educar empieza por educarnos. Los adultos somos un modelo para los niños. Por tanto, si queremos que aprendan a dominar su conducta, primero tendremos que aprender a dominar la nuestra. Es necesario enseñarles que hay que tranquilizarse antes de buscar soluciones; enseñarles a ser pacientes (por tanto, hay que tener paciencia con ellos); ser respetuosos (practicando con ellos el resto); dando los adultos primero el modelo.
• Para ser responsables, los niños necesitan responsabilidades. A veces, los adultos se quejan de que sus hijos no son responsables, pero a la vez no les dan la autonomía para que éstos aprendan a hacer las cosas por sí solos, aunque eso implique errores y equivocaciones. Los adultos acceden a hacerles ciertas tareas en lugar de enseñarle esas “competencias para la vida”. Enseñar la competencia implica invertir tiempo y mucha paciencia. Pero tiene un resultado increíble, ya que el que los niños empiecen a asumir tareas y responsabilidades, les hace sentir que están capacitados para ello y que son importantes y tenidos en cuenta, aumentando de esta forma, su autoestima.
• Equivocarnos y aprender. Es transcendental enseñar a los niños que los errores son oportunidades excelentes para aprender. No podemos culparles por cometer un error. Debemos enfrentarlos a la frustración, al fracaso y al error, ya que esto es una competencia imprescindible para el día de mañana tener una vida feliz. Jane Nelsen explica en su libro este aspecto, el cual me parece muy interesante resaltar a modo de reflexión: “Los adultos podrían aprender más sobre el principio de concebir los errores como oportunidades para aprender observando a los niños mientras aprenden a andar. Ellos no malgastan el tiempo en sentirse incapaces cada vez que se caen. Simplemente se vuelven a levantar. Si se hacen daño en la caída, pueden llorar durante unos minutos antes de volver a levantarse solos, pero no incorporan a su experiencia culpa, crítica ni otros mensajes contraproducentes”.
• Elogios vs. motivación. Son cada vez más los padres que se preocupan por el autoconcepto que tiene su hijo, por si tiene una baja autoestima, si es feliz… Obviamente es muy importante elogiar a nuestros niños cuando hacen las cosas bien, pero con cautela, ya que, si los estamos elogiando constantemente, podríamos convertirlos en lo que Jane Nelsen llama “adictos a la aprobación externa”. Por eso, la Disciplina Positiva nos enseña a usar la motivación. Os pongo un ejemplo: Cuando nuestro hijo viene con una nota excelente en un examen, en lugar de elogiar la perfección con la que ha realizado el examen, debemos valorar su esfuerzo e interesarnos por su punto de vista. Preguntarle cómo se siente con esa situación y enfocarlo a los logros relacionados con su esfuerzo. Por eso, motivación y elogios son 2 conceptos muy diferentes. El efecto que provoca a largo plazo la motivación es favorecer la confianza en uno mismo. Por el contrario, los elogios lo que consiguen es dependencia en los demás.
• Suprimir los castigos no supone renunciar a los límites. En Disciplina Positiva, cuando hablamos de educar, no se habla de castigos. Esto es cuánto menos, sorprendente, especialmente para aquellos padres que no conocen otra forma de marcar límites. Los resultados inmediatos a menudo nos engañan, y debemos tener cuidado con lo que da resultado si sus repercusiones a largo plazo son negativas. En DP nos proponen algunas alternativas al castigo, como las Consecuencias Lógicas, de las que hablaré en mi siguiente post.
• Lo que hay detrás de “la mala conducta”. Por sorprendente que nos parezca, el niño que más amor necesita es aquel que actúa de manera más odiosa. En consulta, suelo explicar a los padres que la conducta de un niño es como la punta de un gran iceberg, es lo que vemos a simple vista. Pero en la gran mayoría de los casos, olvidamos toda la parte oculta de este iceberg. Cuando un niño se porta mal, de alguna manera nos está diciendo algo, y eso es lo realmente complicado: entenderlo y descifrarlo.

Referencias: J. Nelsen et al. (2007). Cómo educar con firmeza y cariño. Disciplina positiva. Editorial: MEDICI.

¿De dónde sacamos la loca idea de que para hacer que un niño se porte mejor, primero hay que hacerle sentir peor?  (Jane Nelsen)

Virginia Domínguez, Psicóloga en Red Cenit

FUENTE:

https://www.redcenit.com/