ACTITUDES DEL EDUCADOR/S. DOWN


ACTITUDES DEL EDUCADOR

El modo de relacionarse el adulto con el niño con síndrome de Down y el modo de actuar en las situaciones de aprendizaje, tienen una importancia decisiva para lograr los objetivos que se pretenden.

La actitud previa que debe adoptar el profesor es la de llevar al alumno con

síndrome de Down al éxito en la realización de tareas y actividades. La experiencia del fracaso frena y bloquea. Si se repite con alguna frecuencia, el alumno perderá la motivación para el aprendizaje y será casi imposible que pueda recuperarla.

Además de un ambiente enriquecedor y estimulante, lleno de sentido común y

vacío de ansiedad, el niño necesita realizar un trabajo sistemático y bien estructurado que le ayude a organizar bien la información y a prepararse para posteriores adquisiciones más complejas. Éste es el trabajo que debe organizar bien el profesor y realizarlo con creatividad, flexibilidad, respeto, exigencia, alegría.



Creatividad

Es necesaria porque el niño tiene que repetir muchas veces los ejercicios para

adquirir hábitos y destrezas, para automatizar gestos y respuestas, para entender conceptos. Si no se «crean» materiales diversos y se presentan de forma variada, atractiva y estimulante, el niño perderá interés o realizará las tareas de un modo mecánico, sin interiorizar los aprendizajes.



Flexibilidad

Será fruto de los datos de observación del profesor y de su capacidad de

adaptación al niño. Si el niño muestra interés por un material, quiere hablar de un tema o desea realizar una actividad, el profesor le ayudará y adaptará su trabajo para que el niño perciba que él también tiene posibilidad de señalar una dirección. No pueden perderse los momentos de iniciativa y creatividad del alumno con síndrome de Down antes, al contrario, conviene estimularlos sin perder de vista los objetivos y sin crear desorden. El profesor debe huir de esquemas rígidos previos, de imposición habitual de tareas y de intransigencia.



Respeto

Parece que el respeto es algo evidente y que siempre se da por supuesto, pero la realidad cotidiana no es así, porque, a veces, no se muestra con suficiente claridad y convicción y, otras, porque el alumno con discapacidad intelectual «percibe» al otro y sus sentimientos con una agudeza y clarividencia increíbles. El niño vive como un rechazo a sí mismo los modos bruscos, los gestos serios y las voces altas.



Esto crea una barrera infranqueable y un bloqueo que le impide atender y

colaborar. El respeto debe mostrarse de un modo exquisito. Supone que el profesor no puede mostrar habitualmente impaciencia y frustración, aunque el proceso sea lento. La culpa no la tiene el alumno. Si es preciso extinguir conductas inadecuadas del alumno, convendrá ayudarle, sin condenarle. En lugar de decirle «es que eres un...», será mejor decirle «no me gusta que te levantes de la silla» o «esto que acabas de hacer está mal por...".

El alumno debe captar el deseo sincero del profesor de ayudarle, unido al respeto y aceptación de su persona con sus dificultades, con su lentitud y con sus peculiaridades.



Exigencia

Tiene una doble dirección: sobre uno mismo de experiencia personal, para no

bajar la guardia, para preparar siempre muy bien el trabajo; y de exigencia al niño: no pedirle más de lo que puede rendir, aunque tampoco menos. Es difícil saber cuánto puede exigirse, porque es frecuente que el niño, consciente de sus problemas y con experiencias negativas de fracaso, se autoproteja ante dificultades que teme, ya que no quiere arriesgarse a un nuevo fracaso. Con frecuencia, mostrará niveles de incompetencia que no son reales. Será el profesor, como buen conocedor del alumno y de sus posibilidades, quien debe saber dónde ir poniendo los sucesivos listones.



Alegría

Supone el buen humor habitual en las relaciones con el niño. No es incompatible con la exigencia y es fruto del respeto. El profesor debe pasarlo bien en su tarea, debe disfrutar con el niño. Si le supone estrés, malhumor o no ha desarrollado suficiente empatía, será mejor que no continúe en ese trabajo, ya que estará condenado al fracaso.

Es preciso que los pequeños logros le llenen de satisfacción. Es preciso que, día a día, renueve su ilusión y que el niño lo perciba así. Con este clima el avance está asegurado. La situación de aprendizaje debe ser un reto estimulante y positivo, tanto para el alumno como para el profesor. Es el profesor quien tiene las riendas en su mano y quien debe dirigir la nave a buen puerto.

Fuente Consultada:

Equipo de Orientación Educativa de Rioja Baja
“Síndrome de Down: lectura y escritura”.

Editorial Masson. Barcelona.

Comentarios

  1. BUENÍSIMO!!!
    Excelente todo lo que escribes Y MUY CIERTO! En pocas palabras das una idea clarísima del desempeño correcto del maestro; algo muy difícil de entender para muchos.
    Muchas Gracias!!!! No sabes como nos va a servir ésto a muchas mamás, y a mucho@s maestr@s, espero!
    Besos :)

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