Laia Mollà Cusí
Psicóloga clínica infantil y juvenil. Área de Salud Mental.
El miedo es una emoción normal, sana y adaptativa. Consiste en una respuesta fisiológica, cognitiva y conductual de alerta y defensa frente a los peligros. Es adaptativa cuando responde a un estímulo externo amenazante identificable. Cuando esta respuesta aparece sin que exista tal peligro, o su intensidad y/o frecuencia son desproporcionadas, hablamos de ansiedad.
A lo largo del desarrollo, hay miedos que los niños transitan de forma normativa, como pueden ser el miedo a dormir solo o estar a oscuras.
Hablamos de fobia cuando aparece miedo o ansiedad de forma intensa por un objeto o situación específica (animales, volar, agujas, etc.). En el caso de los niños, este miedo también puede expresarse con llanto, rabietas o agarrarse a las figuras de apego. El miedo es tan grande que hace que el niño o niña evite o se resista activamente a afrontar momentos en los que haya ese objeto o situación. Así, que aparezcan miedos a lo largo del desarrollo de los niños y adolescentes entre dentro de lo esperable, pero cuando ese miedo se alarga más de seis meses y genera interferencia en el día a día, es motivo para plantearnos si conviene consultar a salud mental.
Por lo general, que tu hijo/a exprese algún miedo no es motivo de preocupación, por el contrario, nos indica que sus mecanismos de defensa son capaces de detectar los peligros. Cuando el miedo se torna desadaptativo, es cuando se convierte en ansiedad, por ejemplo, cuando no desaparecen con el tiempo o si son tan intensos que interfieren en el funcionamiento diario, repercutiendo en un gran malestar emocional.
Los miedos más frecuentes de los niños y niñas suelen ser:
- Primera infancia (0-2 años): miedo a la pérdida de la figura de apego, ruidos fuertes, extraños, separación de los progenitores, heridas, animales y oscuridad.
- Etapa preescolar (3-5 años): se mantienen miedos a ruidos fuertes, animales y oscuridad, y aparecen miedos al daño físico y personas disfrazadas. Remiten los miedos a pérdidas de las figuras de apego y a los extraños.
- Etapa escolar (6-12 años): se mantienen miedos a la separación, animales, oscuridad y daño físico, y se añaden miedos en relación a la escuela y rendimiento académico, aspecto físico, relaciones sociales y la muerte. Por otra parte, van disminuyendo los miedos a ruidos fuertes y personas disfrazadas o seres imaginarios.
- Adolescencia (13-18 años): remite el miedo a las tormentas, se mantienen miedos a los animales y daño físico, y siguen en aumento los miedos en relación a la socialización, aspecto físico, aprendizajes y muerte.
Consejos para hacerle frente al miedo
Ante niños que se desvían de estos patrones, o que pueden sufrir una fobia importante, puedes seguir estas recomendaciones:
- Es fundamental, ante todo, no regañarles ni obligarles a cambiar de actitud. Si un pequeño tiene fobias es importante que no le hagas sentir mal por eso, y explicarle que el miedo es normal en ciertas situaciones. Por extraña que te parezca su miedo, nunca lo ridiculices.
- Comunícate con él y analizad conjuntamente la situación con naturalidad.
- Poco a poco, id afrontando las fobias juntos. Por ejemplo, si el pequeño teme a los perros, no los evites siempre cuando os crucéis uno por la calle.
- Razonar con el miedo es prácticamente imposible. Ofrece apoyo y realiza experimentos –de manera progresiva- que le permitan comprobar si ese estímulo es peligroso.
- Ayúdale a que él mismo evalúe su nivel de miedo y proporciónale estrategias para que, poco a poco, vaya venciéndola (respirar profundamente, pensar en cosas agradables, recordar por qué está a salvo, etc.).
- Si estas estrategias no funcionan, la fobia aparenta estar fuera de control o las reacciones son desmedidas, es el momento de pedir ayuda profesional a un psicólogo clínico o psiquiatra.
Comentarios
Publicar un comentario