«Ante un niño con TDAH frases como "no te sientas así" o "deja de estar enfadado" no deberían tener cabida nunca»








El trastorno por déficit de atención con hiperactividad, más conocido por sus siglas TDAH, es uno de los trastornos más diagnosticados en la infancia y en la adolescencia. Los síntomas nucleares de este trastorno son la dificultad para concentrarse, la hiperactividad y la dificultad para controlar los impulsos. A estos síntomas se le pueden añadir otros como son la dificultad para reconocer y gestionar las emociones en sí mismos y en los demás, rigidez cognitiva, escasa automotivación, problemas para planificar sus tareas y, en algunos casos, exclusión social. Debemos tener en cuenta que el TDAH es uno de los pocos trastornos en donde se critica, señala y castiga la expresión de sus síntomas, es decir, nadie se burla de una persona invidente que tiene dificultades para orientarse en el espacio ni criticamos a una persona con Alzheimer por no reconocer una cara.

Sin embargo, tanto padres como profesores criticamos, sin escrúpulos, a los niños y adolescentes diagnosticados de este trastorno: «Pero, ¿quieres parar quieto de una vez?», «No ves que no le puedes quitar el estuche de esa manera a Juan» o «David, no estás concentrado en lo que estoy diciendo en clase». Todos estos ejemplos son frases que suelen escuchar nuestros jóvenes con TDAH. No les ayudan para nada, porque lo único que hacen es señalar o describir sus síntomas. Y a partir de ahí comienza el efecto dominó. Como no se han comportado como se supone que se deben comportar en clase, el profesor les pone una nota en la agenda, que a su vez tiene como consecuencia que son castigados por sus padres sin ir a la extraescolar de fútbol y sin ir  al cumpleaños de su primo el fin de semana, etc.

Como consecuencia de todo esto, la autoestima de los niños y adolescentes con TDAH está por los suelos. En muchas ocasiones, todo esto desemboca en peleas y discusiones en casa con sus padres. Es una auténtica bomba de relojería porque todos los miembros de la familia tienen los nervios a flor de piel. El hecho de que el niño se sienta incomprendido por sus padres suele acabar en gritos, malas contestaciones y en conductas desafiantes. Además, si hacemos una mala atribución de sus síntomas, esto hará que el niño se enfade más, se sienta no respetado y complique mucho más a la situación. Debemos ser conscientes y comprender que el niño no quiere provocarnos o comportarse de esa manera, simplemente es que no tiene la capacidad de concentrarse de manera autónoma sin ayuda. No es que quiera tomarte el pelo moviéndose constantemente, es que no puede autogestionarse de otra manera mejor. Como bien decía Freud, uno en esta vida hace solamente aquello que puede, y los TDAH no son una excepción.

Es por ello que a continuación enumero algunas estrategias para tratar de ayudar a nuestros hijos con TDAH a estar más calmados y a sentirse aceptados por nosotros en situaciones de mucha activación emocional:

—Legitima su emoción: dado que las emociones son impulsos automáticos e inconscientes que no podemos controlar, es fundamental que validemos y aceptemos todas las emociones que experimentan nuestros hijos. Así, comentarios del tipo «no llores que no es para tanto», «no te sientas así» o «deja de estar enfadado» no deberían tener cabida nunca. ¿Por qué? En todos estos casos no estamos validando ni legitimando la emoción que está experimentando nuestro hijo y le estamos criticando o señalando por ello. Por lo tanto, recuerda permitir, validar y aceptar absolutamente todas las emociones que experimente, porque ellos (al igual que tú) no controlan ni deciden las emociones que sienten.

—Ante el conflicto, comprensión: cuando el niño o el adolescente con TDAH experimenta una emoción muy intensa, como puede ser miedo o rabia, sus amígdalas cerebrales se hiperactivan y se comienza a segregar cortisol y adrenalina. En ese momento, la parte racional y pensante del cerebro (corteza prefrontal) se inhibe y, por lo tanto, la emoción se apodera de la conducta del niño. A esto se le conoce con el nombre de secuestro de la amígdala. Es como si el miedo o la rabia se apoderaran de la persona y la razón no pudiera entrar en juego. El lenguaje y el sentido común no podrán ser efectivos hasta que la emoción se haya calmado. Por ejemplo, cuando nos pegan un susto, a pesar de saber que ha sido una broma, nos cuesta mucho volver a la normalidad. Hasta incluso puedo llegar a salir corriendo o agredir a la persona como consecuencia de mi secuestro emocional. Por eso, ante el conflicto emocional con tu hijo con TDAH, lo mejor que puedes hacer es comprenderle.

—No le grites: cuando nuestro hijo está desesperado y gritando se encuentra sin una guía. Lo peor que podemos hacer es ponernos a su altura y reaccionar igual que él. Por ello no le provoques reaccionando de la misma manera. Sé que es difícil pero en los momentos de tormenta emocional lo mejor sería encontremos con alguien calmado y que pueda acoger al niño.

—Comprende y acepta sus dificultades: recuerda en todo momento que el trastorno por déficit de atención con hiperactividad implica una dificultad para controlar sus impulsos, concentrarse, planificarse en las tareas escolares, les cuesta reconocer y regular sus emociones, etc. Además de todos estos obstáculos, el procesamiento cognitivo es más lento si lo comparamos con otros niños o adolescentes que no tienen esta patología. Por lo tanto, ten muy presente en todo momento que tu hijo tiene TDAH, así, es posible que comprendas que no es que no quiera estudiar sino que tiene dificultades para focalizarse en la tarea y para planificar bien los deberes que tiene que hacer esta tarde. No te dejes llevar por tu parte más instintiva pensando que simplemente es un vago porque no lo es. La evidencia científica demuestra que los niños y adolescentes con TDAH dedican 3-5 veces más de tiempo a las tareas escolares que sus compañeros sin TDAH.

—Ilumina su camino: dado que el TDAH implica una inmadurez en su corteza prefrontal y esto tiene como consecuencia que le va a costar ser autónomo en sus decisiones y sus conductas, lo mejor que podemos hacer es iluminar y acompañarle en su camino, tanto en lo referido a lo académico como en lo familiar, social, emocional, etc. Acompaña tanto literal como metafóricamente en todo momento a tu hijo con TDAH.

—Sé consciente de las atribuciones que haces de sus conductas y mide las expectativas que le pones: las atribuciones se refieren a las causas que le damos a las conductas de nuestros hijos. Pueden ser conscientes o inconscientes, aunque generalmente son más bien automáticas y no conscientes. La explicación que le damos a lo que acaba de hacer nuestro hijo es fundamental. No es lo mismo decirle que es un histérico o vago que decirle que está muy nervioso o que no se ha esforzado lo suficiente. Es mejor describir y criticar la conducta que juzgar a la persona. Otro aspecto importante son las expectativas que les ponemos a nuestros hijos. En ocasiones son objetivos que les cuesta horrores conseguir. Trata de exigirle tareas que pueda conseguir con un poco de esfuerzo. No consiste en que sean muy sencillas pero que tampoco sean prácticamente inalcanzables.

—No le digas frases como “pórtate bien”: todos nuestros hijos quieren comportarse bien y quieren que sus padres y profesores se sientan orgullosos de ellos. El problema es que no siempre pueden alcanzar dichas metas. Decirle a un niño que se porte bien cuando no puede, no sabe o no tiene herramientas para logarlo puede ser realmente frustrante para él. Ofrécele calma, tiempo y ayuda ante los momentos de tensión.

—Cuando esté enfadado o triste, ponte a su altura y mírale a los ojos: una de las cosas que podemos hacer y que resulta tan eficaz como sencilla consiste en agacharnos hasta ponernos a su altura en el momento de desregulación emocional. Si tu hijo está enfadado, triste, celoso o decepcionado, lo mejor que podemos hacer en ponernos a su altura, mirarle directamente a los ojos y hablar sobre cómo se siente. La neurociencia ha demostrado que esta sencilla acción reduce la hiperactivación de la amígdala, por lo que calma a la persona que está experimentando la emoción. Otros muchos mamíferos también llevan a cabo esta estrategia con resultados muy positivos.

—Nombrar para dominar: otra de las estrategias que podemos utilizar para calmar en primer lugar, y posteriormente reconducir consiste es nombrar la emoción que nuestro hijo está viviendo. Para que seamos capaces de hacer esto es necesario que sintonicemos con sus emociones, es decir, que seamos empáticos. Una vez que sepamos la emoción que les tiene atrapados, al decirles «estás enfadado con Sara porque no te deja jugar con ella» o «sientes tristeza porque se acaba tu cumpleaños» conseguiremos que, poco a poco, la emoción vaya bajando de intensidad.

En definitiva, la aceptación, la identificación y la regulación de las emociones de nuestros hijos no es tarea sencilla. Uno de los motivos de esto es que a nosotros cuando éramos pequeños no nos solían enseñar estrategias de regulación emocional. Ahora en un mundo cambiante y con multitud de estímulos y presiones se hace imprescindible que ayudemos a nuestros hijos con TDAH a regular sus conductas. Recordemos que los niños y adolescentes diagnosticados de este trastorno tienen una dificultad en la identificación y gestión de sus emociones debido a que tienen una inmadurez en el desarrollo del cerebro en comparación con otros niños y niñas de su edad que no tienen esta patología. Ahora más que nunca, nuestros hijos con TDAH necesitan que estemos lo más calmados posible y que tengamos herramientas para regular sus emociones.


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