La neurociencia y sus posibilidades para la innovación educativa



¿Cómo aprender mejor?

La neurociencia es el conjunto de disciplinas científicas que estudian el comportamiento del cerebro. Siendo el estudio del comportamiento humano la ciencia más compleja que existe, su influencia en la educación tiene la potencialidad de abrir nuevos campos de estudio y resolver muchas dudas que se les presentan a generaciones y generaciones de docentes.
Esta ciencia ha probado la mejora de la educación cuando se realiza en un entorno motivador, interactivo y que tiene en cuenta las necesidades emocionales de los niños y niñas. Además de esto, el aprendizaje se crea a través de la socialización con otros estudiantes y con el medio, con el fin de desarrollar un aprendizaje experiencial basado en el constructivismo. Estudia cómo y de qué manera se producen nuevas interconexiones neuronales que favorecen los procesos de aprendizaje, por lo que se puede emplear para saber cómo se puede aprender más y mejor (de forma más duradera y agradable).
La neurociencia recomienda que durante los primeros años, los niños estén en contacto con la naturaleza, satisfagan sus necesidades de movimiento y estimulación y construyan sus propios conceptos, ya que los más jóvenes, aprenden a través de las nuevas experiencias.
Durante la preadolescencia, los niños están más receptivos a aprender nuevas aptitudes y ponerse a prueba a sí mismos. En la adolescencia, prima el mundo emocional, por lo que las actitudes de hipersensibilidad o rebeldía son una gran oportunidad para el ejercicio de la inteligencia emocional, que nos permite conocernos y gestionar nuestros sentimientos. Y es que cada etapa está más predispuesta a cierto tipo de aprendizaje.
Aún recuerdo un día en el instituto en el que me dediqué a hacer operaciones aritméticas para contabilizar cuántos años de mi vida estaba perdiendo ahí dentro: seis horas a la semana por cuatro… por doce… menos los fines de semana… Tras esto, me prometí a mí mismo que sacaría tiempo de debajo de las piedras para recuperar esas horas muertas.
Esta anécdota que puede parecer casi graciosa, no hace más que evidenciar el sentimiento de pérdida de tiempo, apatía y desinterés que sufren muchos jóvenes y niños al observar que el sistema educativo no les enseña de la manera que necesitan. La emoción, tan relacionada con la motivación, es estimulada en el proceso de aprendizaje mucho antes de que la información sea procesada por nuestro sistema cognitivo.
Potenciar las emociones, la empatía, jugar con la repetición de patrones y la ruptura de la monotonía… parecen consejos más adecuados para un juego cualquiera que para la enseñanza, pero es que el juego forma inevitablemente parte del aprendizaje.
El juego, acorde a cada etapa educativa, es uno de los Derechos Humanos comprendidos en la DUDH, y ojo, no solo para los más pequeños. Estos estudios nos han ayudado a descubrir la potencialidad de la plasticidad neuronal, que demuestra que se puede aprender a cualquier edad, así que ya no podemos ponernos como excusa que estamos muy mayores para aprender algo nuevo.
A continuación, y como guía para maestros, padres y otros profesionales, te dejo una lista de aspectos a tener en cuenta según los estudios de neurociencia aplicados a la educación:
1. Relajación: La predisposición del cerebro ante un estímulo excesivamente estresante es la de emitir una respuesta de evitación, por lo que conseguiremos lo opuesto a la concentración en este caso. Por eso es tan común que los alumnos muy nerviosos o estresados sientan que “se quedan en blanco” en ciertas situaciones. Es decir, someter a un alumno a excesiva presión no va a ayudar a que aprenda más eficientemente sino todo lo contrario.
2. La memorización: La memoria se trata de un aspecto del aprendizaje muy importante, pero no se logra a través de un sistema de enseñanza repetición/memorización. Recordamos a largo plazo solo aquello que nos interesa o nos gusta y es, precisamente, porque ha generado en nosotros una emoción. Asociando los procesos memorísticos a ciertas emociones o empleando recursos multisensoriales, potenciamos esta aptitud.
3. El IQ no es determinante: Las pruebas de inteligencia solo son orientativas y el cerebro está sometido a cambios durante toda nuestra vida. De hecho, es complejo definir lo que es la inteligencia y actualmente, Howard Gardner ha descubierto ocho inteligencias múltiples (aunque él mismo afirma que podrían existir más). En otras palabras, no existen un único remedio a la hora de aumentar la inteligencia de los individuos, cada alumno tiene diferentes talentos.
4. Educación multisensorial: Aprendemos más y más fácilmente cuantos más sentidos entran en juego durante el aprendizaje. De hecho, el cuerpo también aprende y tiene memoria y hay alumnos más predispuestos hacia un aprendizaje más cinético e interactivo.
5. Autonomía: El cerebro del alumno se acomoda a los acontecimientos cuando sabe que no debe responder por sí mismo sino simplemente esperar a recibir ayuda. La sobreprotección es algo que debemos evitar en estos casos, asunto difícil dada la tendencia social actual. Sin embargo, un niño o una niña autónomos son niños con una gran autoestima y que se sienten capaces de cualquier cosa.
6. Toma de decisiones: El cerebro de un niño sabe predecir la respuesta que esperamos de ellos. Sin embargo, a veces es mucho más sano hacerles entender que deben tomar decisiones acordes a sus propias opiniones o deseos aunque contravengan las nuestras o las de los demás, sobre todo cuando se trata de decisiones sobre el propio cuerpo.
7. El motor del cambio: El cerebro no es estático. Los individuos, sus ideas, sus formas de aprender, sus intereses, etc, cambian durante toda su vida. Por eso no podemos precipitarnos a la hora de juzgar a un estudiante por su desempeño o su conducta. El cerebro es un órgano con enorme plasticidad y no podemos tirar la toalla con ningún estudiante.
8. La emoción: Sin duda el eje más importante sobre el que se imbrican todas las teorías anteriores. Sin emoción, no hay aprendizaje. Si no genera sentimiento, nos es ajeno.
En definitiva, estos son los consejos propuestos para aplicar de forma adecuada los hallazgos de la neurociencia y la innovación educativa.
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