Cómo afrontar la etapa de los 4 años



Todo el mundo nos habla de los “terribles dos”, de lo que suponen en el desarrollo de nuestros buenoshijos y buenashijas pero, ¿por qué nadie habla de los “terribles 3, 4 o 5”? Las rabietas son una fase común y natural en el desarrollo de los niños y las niñas y dan comienzo hacia los 18-24 meses de vida pudiéndose prolongar más allá de los 4 o 5 años (o incluso más).
Son numerosos los expertos que afirman que durante toda nuestra vida podemos experimentar de nuevo esta emoción, aún siendo adultos, sintiendo como nos recorre el cuerpo como si de fuego se tratase, costándonos a veces controlar nuestro enfado y sintiéndonos que estamos experimentando una rabieta aun teniendo 30 o 40 años. Esto se debe a que la gestión de emociones se vive y se adquiere diariamente. Poco a poco vamos integrando estrategias para comunicarnos mejor, aprender a calmarnos, empatizar con los demás, mejorar la capacidad de escucha, asertividad y negociación, aprendiendo así a ser más flexibles y a convivir en sociedad.
Por esto mismo debemos tener en cuenta lo importante que es aprender a ayudar y a acompañar a nuestros buenos hijos y buenas hijas en la gestión de sus emociones durante toda su infancia, ya que lo que ellos adquieran en esta etapa tan significativa en su desarrollo, les proporcionará herramientas para la gestión de sus emociones el resto de sus vidas.

Y, ¿por qué nadie habla de la etapa de los 4 años?

Hasta ahora siempre se ha hablado del comienzo de las rabietas y de éstas como una etapa en el desarrollo, pero como hemos visto, las rabietas pueden prolongarse mucho más allá de los 2-3 años. Si lo que puede llevar a desatar una rabieta con 2 años es la falta de recursos y estrategias en el lenguaje a la hora de comunicarse y comprender, a los 4 años puede ser otro el motivo que la desencadene. Quizás en esta etapa los niños y las niñas experimenten sentimientos y necesidades más fuertes, como son la reafirmación de sí mismos, la necesidad de límites, el afianzamiento de su carácter, la tolerancia a la frustración o el egocentrismo.
1. La reafirmación de sí mismos y sí mismas se da a lo largo de la infancia
Es una etapa donde los niños y las niñas van definiendo su personalidad, su “yo”, conociendo sus capacidades para resolver y gestionar conflictos, adquiriendo estrategias e integrándolas según sus propias vivencias. Como adultos, nuestro papel es el de acompañar y dar ejemplo. Debemos proporcionar herramientas a nuestros hijos e hijas para que aprendan a responder adecuadamente a las distintas situaciones que enfrenten en su día a día.
Su capacidad de comprensión y expresión comunicativa ya es mayor y por lo tanto, podemos y debemos dialogar mucho con ellos y ellas para que comprendan e integren herramientas funcionales y adecuadas. Debemos tener en cuenta que nuestros hijos e hijas necesitan tiempo con nosotras y nosotros para empaparse de estrategias. A su vez es importante que tratemos de ofrecer la mejor versión de nosotros mismos a la hora de educar, dar ejemplo y resolver conflictos. La mayor parte de lo que los niños y niñas son es lo que ven e integran del ejemplo de sus modelos a seguir. Y no hay mayor modelo que sus madres o sus padres.
Si un niño observa que pegando recibe respuesta, atención del adulto y su entorno y aquello que él creía necesitar, repetirá esta conducta habitualmente para obtener aquello que desea. Si por el contrario, ofrecemos una opción adecuada ante tal situación, como por ejemplo, dándole estrategias verbales u ofreciéndole un buen ejemplo, integrará esta opción como la adecuada a la hora de resolver un nuevo conflicto. Se trata de ser constantes y pacientes, ya que cada paso tiene sus tiempos y necesita de mucha repetición para ser integrado.
2. La necesidad de límites es imprescindible
Todas las niñas y los niños necesitan límites para crecer dentro de un entorno seguro y adecuado. Los límites proporcionan estabilidad, seguridad y hábitos. Debemos ofrecer a los niños límites dentro de su día a día, donde descubran lo que pueden hacer en sociedad, las normas cívicas, lo que pueden o no hacer en cada espacio, en diferentes contextos, horarios o momentos.
Son muchos los límites que experimentamos a lo largo de la vida, por lo que integrarlos todos y asimilarlos puede ser muy complejo e incluso exagerado para un niño o una niña de 4 o 5 años. Debemos tener en cuenta que nuestros hijos e hijas tienen sus propias necesidades y tratan de hacérnoslas ver, expresando aquello que desean con todas sus fuerzas. Es por esto que un límite no se genera en un solo día, sino que la constancia y la persistencia hacen que podamos hablar de un límite afianzado. Por ello es importante que haya cohesión entre todo el entorno de nuestros hijos a la hora de establecer normas y límites.
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3. El afianzamiento del carácter
Hay aspectos de nuestra personalidad que vienen determinados genéticamente. Ante esto es poco lo que podemos hacer, pero sí hay gran parte de lo que somos y cómo lo expresamos, que depende de lo ambiental. Es decir, aquello que experimentemos y vivamos condicionará en mayor o menor medida nuestra personalidad.
Los niños y las niñas de 4 años van probando y experimentando y según el feedback que reciben, integran o rechazan estrategias más o menos funcionales y eficaces para siguientes experiencias. Así van forjando su abanico de respuestas a la hora de comunicarse, expresarse o desenvolverse en sociedad.
Es por esto, que el ejemplo es tan importante, ya que el modelo que reciban será de gran relevancia para sí mismos.
4. Además en esta etapa los niños y las niñas son cada vez más autónomos y quieren mostrárselo al mundo continuamente
Pero la realidad es que aún siguen siendo inmaduros en diferentes áreas y deben conocer cuáles son sus limitaciones tanto físicas como emocionales a la hora de realizar algunas tareas. Esto les proporciona grandes momentos de frustración que deben aprender a gestionar de manera adecuada con la ayuda del adulto.
Experimentar nos hace comprender que no todo sale como queremos ni siempre puede ser lo que deseamos. Es fundamental trabajar la capacidad de frustración desde pequeños como hablábamos en este post, ofreciéndoles herramientas funcionales, ya que aprender a gestionar la frustración es esencial a lo largo de toda la vida.
5. El ser humano es egocéntrico por naturaleza
Si a esto le sumamos la falta de capacidad de empatía debida a una inmadurez en el desarrollo de esta capacidad antes de los 4 años, nos encontramos con que los niños y las niñas de esta edad empiezan a ser capaces de pensar más allá de sí mismos o sí mismas, aunque están solamente aprendiendo a hacerlo. Se trata de una primera toma de contacto con la necesaria e imprescindible empatía.
Como cualquier aprendizaje necesita de tiempo y ejemplo. Hasta ahora el niño creía que el mundo giraba entorno a sí mismo y no había más mundo que él, y ahora comienza a pensar en los sentimientos del otro, en sus emociones, las consecuencias de éstas, la repercusión de mis actos sobre los demás, etc. Es por esto, que el niño o la niña necesita tiempo para aprender a integrar esta nueva visión y percepción del mundo más allá de sí mismo y de sus circunstancias. 
Como podemos observar los niños y las niñas de 4-5 años experimentan grandes cambios que generan en sí mismos y en sí mismas la necesidad de reajustarse, aprender y adquirir estrategias, habilidades y herramientas a todos los niveles.

El consejo final de nuestra experta…

Para poder acompañar a nuestros buenos hijos y buenas hijas en esta etapa tan significativa de su desarrollo, debemos mostrarnos flexibles, cercanos, empáticos y disponibles. Además es importante saber que todos estamos aprendiendo, ellos a ser niños y niñas de 4 años y nosotros a ser madres y padres de niños y niñas de 4 años. Es esencial permitirse intentar, fallar, probar y aprender de la experiencia.
¡La paciencia y el cariño serán como siempre nuestros mejores aliados!

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