La teoría de la autodeterminación o cómo motivar de manera eficiente


“Todo tiene , pero no todos pueden verla” -Confucio.
Si nos paramos a pensarlo veremos enseguida que hay cosas que hacemos sin esfuerzo, de manera natural, y hay otras que si no fuera por obligación nunca haríamos. Las primeras son actividades que nos resultan placenteras o interesantes en sí mismas, como pueda ser ir a la playa, dar un beso o leer una revista. No hace falta que nos motiven desde el exterior para llevarlas a cabo. Es lo que llamamos motivación intrínseca.
En las otras, como levantarnos cada mañana para ir a trabajar o limpiar la casa por ejemplo, realizamos un esfuerzo y lo hacemos bajo una  que proviene del exterior. Lo hacemos para conseguir un premio o para evitar un castigo, ya sea cobrar un sueldo, que no te despidan o evitar que nos coma la mugre en casa. Esto es lo que se llama motivación extrínseca. En este artículo vamos a  a interiorizar la motivación para no depender tanto de motivaciones externas.
Un error muy común que cometemos, por ejemplo, los padres, es motivar extrínsecamente a nuestros hijos por tareas que a ellos les atraen en un principio de forma intrínseca. Por ejemplo, si de repente descubrimos a nuestro hijo leyendo, o dibujando espontáneamente, un padre bienintencionado puede premiarle de alguna manera para que continúe con esa conducta, tal vez con algún dulce, con tiempo de videojuegos o colocando una estrellita en la pared.
Incluso puede cerrar con él un trato que consista en que, por cada libro que se lea o cada dibujo que haga, conseguirá cualquier tipo de premio. Ahí lo que estamos haciendo es convertir una motivación intrínseca en una motivación extrínseca. De repente el niño ya no se mueve por el interés que le generaba la propia tarea, sino para conseguir el premio y, en consecuencia, el día que no haya premio dejará de estar interesado.
Lo que hemos hecho ha sido instrumentalizar su motivación interna. En lugar de fomentar sus intereses y satisfacciones personales, hemos desplazado el interés genuino hacia algo externo.
En efecto, los premios externos hacen disminuir la motivación intrínseca (suponiendo que ésta existiera desde un principio, por supuesto). Por lo tanto, es mejor usar premios solamente para motivar conductas que no pertenezcan por derecho propio a la esfera de los intereses del niño o de la persona.

La teoría de la autodeterminación

Los psicólogos Richard M. Ryan y Edward L. Deci (2000) propusieron la teoría de la autodeterminación, mediante la cual proporcionaron ciertas claves para conseguir justo lo contrario de lo que acabo de explicar: Ryan y Deci buscaban la manera de convertir una motivación extrínseca, es decir, controlada por premios y castigos, en una motivación intrínseca, controlada internamente por intereses personales. Para ello, según estos autores, podemos apelar a tres necesidades básicas del ser humano:
  1. La necesidad de autonomía o autodeterminación. De aquí el nombre de su teoría. Los seres humanos amamos nuestra propia autonomía. Si nos marcan un camino único y no se nos permite libertad de acción, nuestra motivación intrínseca decaerá. En esta línea, es mejor proponerle a un niño “¿Qué prefieres primero, recoger el desayuno o hacer la cama? Tú eliges” que ordenarle “Recoge el desayuno y luego vete a hacer la cama“. Fomentando su autonomía aumentaremos su motivación. Lo mismo para subordinados o compañeros en un ambiente laboral.
  2. La necesidad de competencia. A los seres humanos nos gusta hacer las cosas bien. Por eso muchas veces coincide que lo que más nos gusta hacer es precisamente lo que mejor hacemos. Cuando a alguien se le da bien hacer algo, es fácil que le satisfaga repetirlo. Por eso es muy importante dar feedback positivo para mantener conductas. Esto significa prestar atención, sonreír, verbalizar que se está haciendo bien, alabar los esfuerzos… Pero, ¡ojo! Este  no debe ser controlador, o estaremos faltando a la primera necesidad, la de autonomía. No debe sonar así: “Lo has hecho muy bien, como es tu obligación“, sino más bien así “¡Estás mejorando mucho! Cada vez lo haces mejor“.
  3. La necesidad de relacionarnos de forma segura. Somos seres sociales, necesitamos relacionarnos y necesitamos hacerlo en un entorno seguro. Esto significa que en aquellas actividades en las cuales estén implicadas personas con las que hayamos afianzado una base relacional segura, estaremos más motivados intrínsecamente y nuestro nivel de compromiso será mayor. No es igual de motivador llevarse bien con nuestros compañeros de equipo que mantener relaciones trufadas de envidias y desconfianzas. En el caso de los niños, no es lo mismo cuando el feedback positivo lo ofrece el progenitor de mayor apego que cuando el refuerzo proviene de un profesor ambivalente que a veces le da miedo.
Por lo tanto, si queremos motivar a nuestro hijo de forma intrínseca (sigamos con el ejemplo de fomentar la lectura), según la teoría de la autodeterminación podemos tomar tres medidas:
1) darle a elegir entre una serie de lecturas diversas, para que él elija empezar por lo que más le gusta (necesidad de autonomía).
2) reforzarle positivamente con palabras de orgullo, recordándole que está haciendo un gran trabajo a medida que progrese (necesidad de competencia).
3)  con él la actividad, por ejemplo, leyendo los mismos libros para hacer coloquios y comentar las lecturas una vez que se hayan concluido (necesidad de relacionarnos).
En caso de que falle el intento de fomentar la motivación intrínseca, nos quedará la opción de motivación extrínseca mediante premios. Pero en mi opinión es mucho mejor conseguir que las propias actividades sean reforzantes en sí mismas, aunque esto no sea siempre posible.
Y también conviene tener en cuenta que el castigo, aunque recomendable en algunos casos (por ejemplo, en situaciones que entrañen peligro para uno mismo o daños a terceros), suele ser la técnica menos eficiente y con mayores efectos colaterales, aunque nos parezca muchas veces la más fácil a corto plazo.
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