No es nada personal
Enfadarse ante las actitudes de los demás es una pura
elección
Rechazar la idea de que quieren herirnos evita que nos
intoxiquemos acumulando ofensas
La vida cotidiana pone a prueba el equilibrio emocional
cada vez que nos sentimos ofendidos por otra persona. Puede ser alguien del
entorno familiar, un jefe o compañero de trabajo, o incluso un desconocido que
nos trata de forma que consideramos grosera.
A lo largo del día interactuamos con decenas de personas,
lo cual brinda numerosas ocasiones para ofenderse y vivir con amargura. Porque
lo peor de todo es que una vez producido el desencuentro, si no se hace nada
para olvidarlo, el rencor puede quedar fluctuando por la cabeza durante horas…
llegando a turbar incluso el descanso nocturno. En este artículo se va a ver
por qué sucede y cómo poder deshacerse de este lastre.
El enfado ante las actitudes de los demás es
una pura elección. Prueba de ello es que hay personas que no se
inmutan por nada, mientras que otras saltan ante cualquier comentario, gesto o
mirada que interpreten como hostil. ¿Dónde radica la diferencia entre unas y
otras?
El doctor en psicología Martin Lyden opina que las
personas susceptibles son aquellas que poseen menos empatía. Todo lo filtran
según lo que harían ellas, y cualquier cosa que se salga de su propio código de
conducta lo interpretan como un ataque.
Lo
que te ofende sólo contribuye a debilitarte. Si buscas ocasiones para sentirte
ofendido, las encontrarás cada dos por tres”.
Mario
Alonso Puig
Así, por ejemplo, a quien contesta los mensajes de su smartphone
de inmediato le parecerá una falta de educación que el receptor no reaccione
hasta varias horas después. La ofensa se basa en una mera interpretación,
ya que el ofendido presupone que su interlocutor no tiene ganas de contestar,
cuando tal vez sencillamente esté en una reunión de trabajo donde no puede
hacerlo.
Otros motivos de ofensa pueden ser una respuesta
demasiado seca por parte de alguien o bien un tono de voz inadecuado, entre
muchas posibles razones.
Veamos qué sucede en la mente de alguien con “piel fina”
ante una situación que considera de conflicto:
- El
comentario o acción desafortunados despiertan ofensas pasadas, que pueden
degenerar en un infierno mental.
- Merma
de la autoestima debido al papel de víctima que asume el ofendido, a
partir de la idea de que aquello ha pasado deliberadamente para
humillarle.
- Deseo
de venganza ante el daño recibido, lo que puede derivar en una discusión o
en un “silencio castigador” para hacer notar al otro que nos ha herido.
- Aumento
de la ansiedad ante el cóctel de emociones negativas que se van
albergando.
Ante la tortura que supone
pasar por estos estados mentales, a menudo debido a una menudencia, el doctor
Martin Lyden propone un remedio de choque: “El humor implica un
replanteamiento de lo que ha sucedido. Reconocer una incongruencia en una
situación puede ser humorístico y, por lo tanto, sanador”.
Uno de los grandes aprendizajes de todo ser humano es
aceptar que las personas a nuestro alrededor nunca se expresarán como nosotros
lo haríamos, ni se comportarán como esperamos, y no pasa nada.
Pensemos en lo que debe sentir la estrella de un equipo
de fútbol cuando salta al campo rival en medio de una tormenta de silbidos e
insultos. Estos deportistas no pierden la calma y pueden jugar perfectamente
concentrados, lo cual demuestra que cualquier persona puede blindarse ante
la hostilidad ajena.
Incluso cuando no es una percepción, sino una realidad
contrastada por todos, tenemos la oportunidad de endurecer nuestra piel ante el
ataque para que no nos afecte.
En una ocasión le preguntaron al Dalai Lama por qué no
estaba enfadado con el Gobierno comunista chino, después de haber tenido que
exiliarse, entre muchos otros percances. Su respuesta fue: “Si me enojara,
entonces no sería capaz de dormir por la noche o de comer mis comidas en paz.
Me saldrían úlceras, y mi salud se deterioraría. Mi ira no puede cambiar el
pasado o mejorar el futuro, así que ¿para qué serviría?”.
Sin duda, un ejemplo extraordinario de lo que es tener la
“piel gruesa”, que presenta las siguientes características:
- La
persona dedica poco tiempo a valorar cualquier posible roce o
desaprobación.
- Se
centra en lo inmediato y, muy especialmente, en aquellas cosas y personas
que le satisfacen.
- No
interpreta por qué una persona habla o actúa de cierto modo. Se limita a
evaluar el hecho, de forma positiva o negativa, sin juzgar.
- Es
capaz de asumir críticas, por si le sirven para mejorar algún aspecto, y
de desestimar las opiniones que no le resultan útiles.
Supuestamente basado en la sabiduría de los toltecas, en
el best seller Los cuatro acuerdos Miguel Ruiz dedica uno de
ellos al lema: “No te tomes nada personalmente”.
Según este autor mexicano, hacerlo es una muestra de
egoísmo, ya que parte de que todo gira a nuestro alrededor. En su opinión,
además, esta manera de abordar la conducta de los demás es totalmente
infundada. En sus propias palabras:
“Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo
hacen por ellos mismos. Todos vivimos en nuestra propia mente; los demás están
en un mundo completamente distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros
(…) Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo cuando
alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que ver contigo. Lo que
esa persona dice, lo que hace y las opiniones que expresa responden a los
acuerdos que ha establecido en su mente. Su punto de vista surge de toda la
programación que recibió durante su domesticación”.
Ruiz entiende por domesticación todos los prejuicios e
ideas preconcebidas que vamos acumulando a lo largo de la existencia. Y lo peor
que podemos hacer ante una persona que nos ofende —de forma objetiva o no— es
defender nuestras creencias, ya que con ello sólo lograremos aumentar y
prolongar el conflicto.
“Cuando no tomarte nada personalmente se
convierta en un hábito firme y sólido, te evitarás muchos disgustos en la
vida”, afirma Ruiz. “Tu rabia, tus celos y tu envidia
desaparecerán, y si no te tomas nada personalmente, incluso tu tristeza
desaparecerá (…) Alguien puede enviarte veneno emocional de forma intencionada,
pero si no te lo tomas personalmente, no te lo tragarás. Se vuelve más nocivo
para el que lo envía, pero no para ti”.
Cada
vez que me siento ofendido, trato de levantar el ánimo de
tal forma que la ofensa no logre alcanzarlo”. Descartes
tal forma que la ofensa no logre alcanzarlo”. Descartes
La
paz interior empieza cuando eliges no permitir que otra persona o evento
controle tus emociones”. Proverbio oriental
Al final, el mundo será tal como se mire, ya que se puede
fijar la atención en un amplio espectro de realidades. Cada persona con la que
se interacciona es un conjunto de fortalezas y debilidades, es clara en unos
aspectos y confusa en otros, acierta o falla en diferentes cuestiones vitales.
Nuestra relación con el mundo dependerá, por
lo tanto, de lo que cada cual quiera ver en el prójimo.
Nos podemos quedar con sus mejores virtudes o bien sentirnos heridos y
decepcionados por aquella parte de los demás que no cumple las expectativas.
Tal como afirma Wayne Dyer: “Si eres objetivo,
descubrirás que lo que en realidad te ofende es cómo consideras que deberían
comportarse los demás. Sin embargo, por sí mismo, el sentirse ofendido no
altera los comportamientos desagradables (…) Tu ego insiste en que tienes
derecho a sentirte ofendido. Esos juicios derivan de una idea falsa de que el
mundo debería ser como tú eres y no como es”.
Si dejamos de dictar rígidamente lo que los
demás deberían sentir, pensar y hacer se pueden evitar muchos enfados y
decepciones, y liberar así una energía preciosa para construir relaciones
saludables desde la empatía, el humor y la serenidad.
“Parafraseando algo que mi maestro Mordecai
Kaplan solía decir, esperar que el mundo te trate bien porque eres una persona
honesta es como esperar que el toro no te embista porque eres vegetariano. Me
gusta pensar en ello no como una pérdida de inocencia, sino como el principio
de la sabiduría, entender que puede que la vida no sea justa, pero nos
ofrece toda clase de posibilidades y compensaciones.
Cuando nos sucede algo malo, nos sentimos castigados por
el destino. Podemos llegar a pensar que todo el mundo ahí fuera es feliz y está
sano, y que sólo nosotros sufrimos (…), pero nada más lejos de la realidad”. Overcoming Life’s Disappointments, de Harold Kushner.
EL CEREBRO Y SU MUNDO
ESPACIO DE INTERES....PARA EL DESARROLLO PERSONAL...
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