La educación de la inteligencia ejecutiva.


La educación de la inteligencia ejecutiva.
A partir de la información en estado consciente, las funciones ejecutivas del cerebro fijan metas, rechazan o aceptan las sugerencias de la inteligencia generadora, toman decisiones, mantienen el esfuerzo, activan la memoria de trabajo, monitorizan el trabajo de la inteligencia computacional. La capacidad de controlar las propias actividades mentales supone en mayor salto evolutivo de la inteligencia. Estas funciones tienen su sede en los lóbulos frontales, y si sufren algún deterioro resulta afectada la capacidad de guiar adecuadamente el comportamiento. La investigación sobre las funciones ejecutivas ha aislado ocho fundamentales (Tirapu et al., 2012):
1. Inhibir la respuesta. No dejarse llevar por la impulsividad.
2. Dirigir la atención. Poder concentrarse en una tarea, y saber evitar las distracciones.
3. Control emocional. La capacidad para resistir los movimientos emocionales que perturban la acción.
4. Planificación y organización de metas.
5. Inicio y mantenimiento de la acción. Hay niños y adultos que son muy lentos en comenzar una tarea o en mantenerla.
6. Flexibilidad. La capacidad de cambiar de estrategia, de aprender cosas nuevas o de aprender de los errores.
7. Manejo de la memoria de trabajo. Capacidad para aprovechar los conocimientos que se tienen.
8. Manejo de la metacognición. Reflexionar sobre nuestro modo de pensar o de actuar, con el fin de mejorarlo. En España tenemos un importante grupo de neurólogos trabajando sobre las funciones ejecutivas.


Los pedagogos han elaborado métodos de aprendizaje para las siguientes funciones: la activación, la inhibición de la impulsividad, la flexibilidad cognitiva, la planificación, la memoria de trabajo, la regulación emocional, el control de la atención y la perseverancia (Gagne, Leblanc, Rousseau, 2009; Caron, 2011). La capacidad de autocontrol está relacionada con la gestión de la atención voluntaria, la regulación emocional, el control del esfuerzo, la construcción de la conciencia moral, la empatía, las conductas prosociales, la tolerancia a la frustración y la capacidad de aplazar la recompensa (Eisenberg, Smith, Sadovsky, Spinrad, 2007). En los programas de la Universidad de Padres (www.universidaddepadres.es) fomentamos cada una de esas competencias de manera independiente, en momentos distintos de la evolución del niño, con la convicción de que por distintos caminos estamos favoreciendo la educación de los sistemas ejecutivos. No es de extrañar que estemos asistiendo a una invasión de textos sobre educación de estas funciones (Kutscher, 2009; Dawson y Guare, 2003 y 2009; Meltzer, Cooper-Kahu, 2008, Gagne, Leblanc, Rousseau, 2009, Caron 2011).
Es en este campo donde la proximidad entre la neurociencia y la educación es más prometedor, pero también donde plantea problemas más serios, por ejemplo el de la libertad. Uno de los objetivos educativos básicos es fomentar la autonomía de las personas. Sin embargo, la neurociencia tiene dificultades para admitir la libertad. Los experimentos de Libet mostraron que 200 milisegundos antes de tomar la decisión de hacer un movimiento ya se han activado las zonas premotoras correspondientes (Gazzaniga, 2012). La conciencia, pues, va siempre un poco retrasada respecto de los acontecimientos neuronales y, por lo tanto, no tomamos decisiones libres, sino que sólo aceptamos las decisiones tomadas por nuestra inteligencia computacional. En La inteligencia ejecutiva he propuesto una solución a este complejo problema que necesita, sin duda, ulteriores investigaciones (Marina, 2012a). Otro tema importante de investigación neurocientífica debe ser el papel que juega el habla interior en el control de la propia conducta, su eficacia en el tratamiento de la hiperactividad (Winsler et al., 2009). En los últimos años han aparecido estudios neurológicos acerca de los comportamientos éticos, que deben ser tenidos forzosamente en cuenta en la educación (Gazzaniga, 2006). Bajo el nombre de "neuroeconomia" se están estudiando los mecanismos neuronales de la decisión, de la elección de metas, y de la percepción de valores, conocimientos que deben aplicarse no solo a la economía, sino a los procesos educativos (Glimcher et al., 2009)
La neurociencia nos ha permitido comprender que los grandes objetivos de la educación son ayudar a formar la inteligencia computacional y la inteligencia ejecutiva, y a conseguir una fluida, flexible y eficiente relación entre ambas.

FUENTE:
REVISTA PARTICIPACIÓN EDUCATIVA. NÚMERO EXTRAORDINARIO: "LA INVESTIGACIÓN SOBRE EL CEREBRO Y LA MEJORA DE LA EDUCACIÓN". DICIEMBRE 2012 MARINA, J.A. NEUROCIENCIA Y EDUCACIÓN PÁGINA 10 DE 12 REVISTA PARTICIPACIÓN EDUCATIVA. NÚMERO EXTRAORDINARIO: "LA INVESTIGACIÓN SOBRE EL CEREBRO Y LA MEJORA DE LA EDUCACIÓN". DICIEMBRE 2012



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