¿Cómo sabemos que tenemos un vínculo afectivo?

 

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¿Cómo sabemos que tenemos un vínculo afectivo con un niño, adolescente u otra persona? Hay cinco criterios que definen un vínculo afectivo (Bowlby, 1973, 1989, 2014). Puede decirse que si los cumples, has logrado vincular –porque es un proceso en dos sentidos-, aunque como adulto deberás haber hecho un esfuerzo mayor porque eres la parte "fuerte y sabia" (Bowlby, 1979) de ese vínculo (en el caso de que sea una relación adulto/niño o niña).

1. El vínculo es persistente, no transitorio. No se limita a un periodo de tiempo sino que la relación y el deseo de estar con esa persona (porque me siento unido y con deseo de verla y relacionarme con ella, nutrirme de lo que me da y le doy) se mantiene a lo largo del tiempo. No hay nada más para el bebé que su madre, entre los 9 y los 18 meses es una experiencia impresionante. Nada más desean dos amantes que estar entrelazados y juntos en el espacio/tiempo. Con nuestros hijos/as no concebimos una relación transitoria sino permanente en el tiempo, con ganas de vernos, compartir, reír, jugar, abrazarnos, a veces enfadarnos pero reconectamos, y queremos que no acabe nunca. 

2. Involucra una persona específica, no es reemplazable con nadie más. (“Este vínculo refleja la atracción que un individuo tiene por otro individuo”. (Bowlby, 1979) Por eso cuando se rompe, sufrimos. Sufren mucho los niños y niñas cuando las administraciones hacen acogidas de urgencia que se prolongan años para después, ofrecer al niño o niña otra familia (por ejemplo, adoptiva). Conlleva la ruptura de un vínculo con esos acogedores que no se puede reemplazar con nadie más. Por eso, Bowlby (1953) dijo que la interrupción, separación o alteración del vínculo de apego dejaba secuelas en el desarrollo de la personalidad. Por eso la gente se siente mal cuando su mascota ha fallecido y le dicen: “¡cómprate otra!”… Como si eso se pudiera reemplazar así de fácil. Por eso sufrimos cuando muere un ser querido, porque lo que teníamos con ese ser no es sustituible. Y, por ello, en otro orden, también nos produce malestar que nos cambien de médico, de psicólogo, de persona de confianza en un banco, que nos atienda una máquina o una computadora por internet, nos manden autoservirnos en una cafetería… todo menos que esté presente nuestra persona de confianza; por eso lo extrañamos y sentimos malestar: porque esa persona no puede ser sustituida fácilmente por otra o por máquinas. 

Esto tiene importantes consecuencias a nivel social y sanitario: cuanto más cambian las personas que son responsables del cuidado y bienestar de otras y con quienes se tiene un vínculo, más se resiente nuestra salud mental. ¿Lo saben nuestros políticos? 

3. La relación es emocionalmente significativa.Sentimos por esa persona, valoramos que nos importa, por eso hay un involucramiento emocional y dolor si se le pierde, porque todo nuestro sistema emocional se activa debido a que la persona es altamente significativa.

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va

Dice una popular canción.

4. La persona desea mantener proximidad o contacto con la persona. Uno de los criterios observables para determinar que existe un vínculo entre dos personas es el deseo de estar próximos (con más o menos distancia, pero hay percepción de proximidad) El bebé desea estar en el cuerpecito de su mamá y llora si se le separa, cuando es muy pequeño. Por eso dejarlos en la cuna y que lloren es una aberración desde el punto de vista de la teoría del apego: porque están formando un vínculo y nos necesitan cerca para regularse e interiorizar que se sienten amados y seguros en los brazos, que dan sostén. Las parejas desean estar juntas y abrazadas estrechamente. Como dice Luis Eduardo Aute:

Abrázame, abrázame

Y arráncame el escalofrío

Abrázame, abrázame

Que me congela este vacío


5. La persona se siente afligida, angustiada por la separación involuntaria de la otra persona. Cualquier pérdida que podamos experimentar en la vida será lo más parecido a lo que el bebé siente en la cuna cuando llora y la figura de apego no acude ni acudirá: el desamor más profundo, seguido después de una fase de protesta, reclamo y reclamo, "grito de apego" (Ogden y Fisher, 2016); para, finalmente, entrar en una fase depresiva. La muerte de un ser querido es la separación definitiva y la más angustiosa, de la que muchas personas no se recuperan nunca. Por eso, Luis Eduardo Aute le pide a la figura de apego: 

Abrázame, hasta que la muerte nos abrace

Incidiendo con ello en la misma idea que Bowlby (1979): la necesidad de establecer vínculos afectivos es “de la cuna a la tumba” Afortunadamente, el vínculo trasciende la muerte porque la representación mental de la persona y lo que este significa vive en nuestro recuerdo y puede ser evocado. Sufrimos por la ausencia de esa figura y porque las funciones que puede hacer, tan necesarias, ya no las hace; y porque no le volveremos a ver ni a tener experiencia de proximidad física con ella. 

Y, además, añadimos otro criterio para saber si existe un vínculo afectivo:

La persona busca seguridad y confort en la relación con la persona. El apego es seguro si lo consigue, el apego es inseguro si no lo consigue. Lo más definitorio de un vínculo es la seguridad y el confort que nos proporciona. Cuántas personas al perder un vínculo significativo han sentido que se derrumbaba con él su seguridad interior. Es la búsqueda de seguridad lo que lo distingue, más que el afecto o el amor, que son ingredientes necesarios, pero no suficientes. Esto es lo que lleva a hablar de “vínculos parentales” hacia el niño/a y “apego del niño a los padres” Porque si no, los niños/as pasarían a ser como las figuras de apego de los padres, se invertirían los roles.

Así pues, para este año que comienza, propongo que podamos proporcionar a los niños, niñas y adolescentes figuras adultas fuertes, confiables y seguras con las que puedan mantener un vínculo afectivo. 

Feliz 2023 pleno de vínculos de calidad. 

REFERENCIAS

Bowlby, J. (1953). Cuidado maternal y amor. México: Fondo de Cultura Económica.

Bowlby, J. (1973). Attachment theory, separation anxiety and mourning. En D.A. Hamburg y K.H. Brodic: American handbook of psychiatry. Vol. IV. New Psychiatric Frontiers.

Bowlby, J. (1979). The Bowlby-Ainsworth attachment theory. Behavioral and Brain Sciences, 2(4), 637-638.

Bowlby, J. (1989). Una base segura: aplicaciones clínicas de la teoría del apego. Barcelona: Paidos Ibérica.

Bowlby, J. (2014). Vínculos afectivos: Formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.

Cantero, M.J., Lafuente, M.J. (2010). Vinculaciones afectivas: Apego, amistad y amor. Madrid: Grupo Anaya.

Ogden, P., Fisher, J. (2016). Psicoterapia sensorio-motriz. Intervenciones para el trauma y el apego. Bilbao: Desclée de Brouwer.






[1] Madre es un término universal para designar a una figura de cuidados exclusiva para el bebé.

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