EL JUEGO EN EL TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA




En el Trastorno del Espectro Autista (TEA), entre otras áreas, se ve comprometido el desarrollo comunicativo, emocional y simbólico del niño, además de los niveles receptivo y expresivo del lenguaje verbal, en especial en lo que tiene que ver con el código pragmático y semántico, como los sistemas de comunicación no verbal. Todo ello provoca dificultades en la importante atención conjunta tríadica constituida por el niño, el adulto y el objeto o acontecimiento que ocupa su atención, que se desarrolla de forma temprana.

Todas estas características hacen que el desarrollo del juego se vea afectado. El juego es una actividad que promueve el desarrollo de las formaciones psicológicas nuevas como la comunicación, el desarrollo emocional amplio y la función simbólica. Además el juego, conjuntamente con el movimiento, constituyen expresiones vitales del ser humano. Ambos se encuentran presentes desde el inicio de la vida y permiten establecer relaciones con el medio y con los demás. Para Vigostky, el juego es una zona de desarrollo próximo ya que el niño logra mayores aprendizajes dentro de un ambiente socializador y prepara para la participación cooperativa en la vida social.

Específicamente hablando del juego simbólico, para ejecutar ese tipo de juego necesitamos ser capaces de entender las representaciones reales del mundo exterior y poder entender las claves sociales implícitas en el juego para poder predecir nuestras conductas y la de los demás. La mayoría de los niños con TEA no alcanzan un nivel de imitación que les permita establecer una relación de juego funcional. Mas bien estos niños juegan a poner objetos en filas, hacer girar ruedas de autos, mostrando un desorden sensorial y de conductas repetitivas y estereotipadas que hacen que el juego pierda su propósito.

En cuanto al juego colectivo, se les dificulta entender las normas sociales y ser empático con el otro, por lo que las dificultades que encontrará para integrarse a los juegos en colectivo serán muy complejas.

Por todo ello, es vital “enseñar” al niño con TEA a jugar, flexibilizando y dando oportunidades de aprender vías y formas de entretenimiento lúdico, ya que ellos no lo van a conseguir de forma espontánea.

González-Moreno (2015) afirma que un ambiente educativo estructurado pero cálido y afectivo en el que se usa el juego al mismo tiempo es, sin duda, una de las mejores vías para promocionar el aprendizaje en los niños con autismo. De esta manera, el niño empieza a desarrollar habilidades relacionadas con la comprensión social, a reconocer las actitudes de los otros y a desarrollar la imitación como posibilidad para el acceso a la mente del otro.

Un aspecto a tener en cuenta al trabajar con este tipo de niño, es que no debemos caer en el error de pensar que cuando un niño imita acciones cotidianas ya está desarrollando juego imaginativo o simbólico, ya que el juego puede quedarse en una mera repetición literal de algo que han visto.

La mejor manera es realizar una buena valoración inicial para determinar qué tipo de juego ya ha desarrollado el niño, cuáles son sus puntos fuertes y dónde se encuentran sus dificultades individuales. De esta forma, podremos partir de sus fortalezas para trabajar en su zona de desarrollo próximo, ayudándole a adquirir las habilidades que le corresponden.

 

Referencias bibliográficas:

González-Moreno (2015). Formación de la función simbólica por medio del juego temático de roles sociales en niños preescolares. Rev. Fac. Med. 63(2):235-41. http://doi.org/bcz8.

Mccrimmon A, Rostad K. (2014). Test review: Autism diagnostic observation schedule, (ADOS-2) Manual.

Autismo.org.es

FUENTE: https://tajibo.org/

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