APOYO CONDUCTUAL POSITIVO: INTERVENCIÓN EN CONDUCTAS




 “El mejor momento para trabajar sobre los problemas de comportamiento es cuando no se están produciendo”. E. Carr.

El Apoyo Conductual Positivo (ACP) es un enfoque para hacer frente a los problemas de conducta que implica remediar condiciones ambientales y/o déficits en habilidades (Carr, 1998). En otras palabras, este enfoque pretende ayudar al niño o niña que presenta problemas de conducta para que adquiera un modo socialmente aceptable de control social. Se les ofrecen un desarrollo de habilidades de autorregulación, basándose en el uso de estrategias de modificación de conducta tales como el moldeamiento, el encadenamiento hacia atrás, el reforzamiento diferencial, la descomposición del aprendizaje en pasos, la extinción, etc.

Uno de sus aspectos más importantes es la capacitación de las familias, esto es, incluir a las familias tanto en el establecimiento de prioridades de intervención como en el entrenamiento de estrategias de intervención. Es necesario involucrar a la familia atendiendo a sus singularidades, resaltando sus fortalezas y confiando en sus elecciones. La familia es el foco de la evaluación, planificación e intervención y su participación no se vive como un obstáculo. El trabajo se organiza en equipo marcado por la igualdad y respeto entre padres y profesionales, sin interferir en los roles del otro.  Además, el profesional respeta los deseos y las decisiones de la familia durante todo el proceso.

En definitiva, el APC es: querer buscar modos de mejorar la convivencia, es empatizar y emocionarte con el otro y sobre todo, es buscar soluciones éticas.

El APC parte de la idea de que si una persona no sabe vestirse, lavarse las manos o cortar un filete de carne su contexto le ayuda, le ofrece apoyos, le da oportunidades y lo refuerza. Por tanto, si una persona no sabe comportarse, no se debe castigar, sino que se deben ofrecer las mismas alternativas que en el ejemplo anterior.

Otra cuestión importante del APC es que la evidencia científica demuestra que las estrategias aversivas comparadas con las no aversivas tienen la misma eficacia. Por tanto es una cuestión ÉTICA utilizar siempre estrategias no aversivas, siendo el respeto y la dignidad de la persona los pilares principales de este enfoque de intervención.

El APC se basan en la PREVENCIÓN, aunque también ofrece estrategias cuando se está produciendo la conducta problema per se. Según el momento en el que se encuentre el niño/a, se llevará a cabo un tipo de prevención u otra. En líneas generales, la intervención del APC se basa en:

  • Prevención primaria:
  • Cambios en el entorno (entornos preventivos: accesibles, predecibles, amables, con normas explícitas y claras, etc.).
  • Enseñanza de habilidades (habilidades de afrontamiento, estrategias de relajación, conductas diferentes –pero adecuadas- para conseguir un mismo objetivo…).
  • Programas de refuerzos.
  • Prevención y apoyos para desencadenantes lentos y rápidos (agendas, normas, contratos, supervisión, instigación…).
  • Prevención secundaria :
  • Análisis del ciclo de la conducta.
  • Indicadores tempranos.

Es preciso eliminar la causa de la conducta problema, desviar la atención y recordar estrategias para hacer frente al estrés. Se recordarán reglas y recompensas en positivo y se ofrecerán apoyos para hacer frente a la situación.

  • Estrategias reactivas. El objetivo principal en estos casos es que la persona recupere el control de su conducta y se reduzca la intensidad del episodio. No implican intervención, ya que la autoprotección o contención sólo se realizará en momentos muy puntuales y salvo que sea totalmente imprescindible.  Las estrategias reactivas incluyen en paralelo estrategias de prevención (primaria y secundaria). Además, son individualizadas (equipos multidisciplinares, conocimiento de la persona, evaluación de riesgos, etc.)
  • Por último, es imprescindible llevar a cabo una coordinación entre equipos, de manera transversal en todo el proceso:
  • Apoyo emocional. “En familias felices, hijos más felices”. Es preciso el cuidado de uno mismo (rol del cuidador).
  • Trabajo sobre actitudes.
  • Capacitación. El niño/a debe aprovechar las 24 horas del día como oportunidades de aprendizaje. Así, los profesionales deben dar/ofrecer/entrenar en estrategias a los familiares o colegios (o contextos donde el niño/a esté presente: centro escolares, CAITs, etc.). Así, el niño/a se beneficiará de los apoyos naturales. Del mismo modo, los profesionales apoyan el funcionamiento familiar, promueven la confianza y competencias de la familia y facilitan las interacciones positivas entre adultos y niños que promuevan el aprendizaje y el desarrollo del niño/a.

Todo ello debe partir de un análisis funcional de la conducta que se basará en registros conductuales (análisis de desencadenantes y consecuencias), escalas y observación directa.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Carr, E. (1998). El apoyo conductual positivo: filosofía, métodos y resultados. Siglo Cero, 29 (179), 5-10.
  • Lucyshyn, M., Albin, R., Horner, R., Mann, J., y Wadsworth, G. (2007). Family implementation of positive behavior support for a child with autism: longitudinal, single-case, experimental, and descriptive replication and extension. J Posit Behav Interv, 9,131–50.
  • Närhi, V., Kiiski, T., Peitso, S., y  Savolainen, H. (2015). Reducing disruptive behaviours and improving learning climates with class-wide positive behaviour support in middle schools. European Journal Of Special Needs Education, 30(2), 274-285.

 


Alba Martinez

Neuropsicóloga Infantil y Maestra de Pedagogía Terapéutica


FUENTE:https://tajibo.org/

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