Alegría, tristeza, miedo... Todas ellas son emociones con las que los niños nacen y todas ellas son necesarias, aunque algunas de ellas nos hacen sentir mejor que otras. La alegría es la emoción propia de la infancia y la que todos los padres y madres del mundo quieren para sus hijos. Para ellos sentirse seguros, queridos y valorados de forma incondicional es su principal motivo de alegría. Pero, ¿qué más cosas podemos hacer para trabajar la alegría con los niños?
La importancia de trabajar la alegría con los niños
La alegría es una emoción que se produce ante acontecimientos favorables para nosotros (por ejemplo, haber alcanzado una meta que nos habíamos propuesto) o para otras personas que queremos mucho. Normalmente es la emoción que más favorece la comunicación interpersonal porque es una emoción extrovertida y nada selectiva. ¡Podemos y queremos compartir la alegría con cualquiera!
Es muy importante enseñarles a los niños a vivir felices, a vivir con alegría, a disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrece la vida y, también, es necesario enseñarles a celebrar los pequeños momentos positivos de cada día. Es muy fácil compartir la alegría y comunicarla, pero también es muy fácil y peligroso caer en el 'reírse de' en lugar de 'reírse con'. Aquí hay que tener mucho cuidado: los niños deben saber diferenciar desde pequeños estos dos conceptos.
¿Qué pueden aprender los niños de esta emoción y para qué sirve la alegría? Es la emoción que nos impulsa más a hablar, a expresar, a relacionarnos... Es sinónimo de sonrisa y risa, que a su vez provoca cambios en el funcionamiento del timo, lo que fortalece el sistema inmunológico y produce bienestar físico y mental.
Por eso es bueno que demos cabida a esa emoción desde el hogar familiar, porque a veces si los adultos no estamos contentos porque el día no ha ido muy bien o estamos un poco frustrados, intentamos reprimir la alegría de los niños y no compartir con ellos.
Los adultos deben aprender a celebrar los buenos momentos con los niños, pero también hay que saber que, en ocasiones, hay que controlarla. En ciertos momentos esa alegría que ellos suelen expresar con gritos, deben disminuirla, por ejemplo, si la abuelita está mala en el hospital.
Por desgracia, puede haber niños que no expresen la alegría y aquí los padres tienen que observarles mucho para poder ayudarles. Cuando un niño no manifiesta esta emoción, ¡hay un problema! Cuando no la expresan de manera espontánea, ¡a nuestro hijo le pasa algo! Son niños que perciben el mundo como un lugar hostil y para los que las relaciones con los demás no son agradables (por timidez o porque tienen experiencias negativas); niños que se cohiben, se inhiben y se manifiestan más bien tristes.
En este caso lo mejor es observar para buscar la razón o el motivo: si es cuando viene del colegio, cuando está en casa o, si fuere el caso, que haya entrado en un estado emocional en el cual no se le ve sonreír.
Cuento corto para niños sobre la alegría
Los cuentos son un recurso polivalente. A través de los cuentos los niños enriquecen su vocabulario, mejoran su capacidad lectora, aumentan su concentración y, en el caso del cuento que te vamos a relatar, 'Los tesoros de Omar', de Begoña Ibarrola, también descubren qué es la alegría.
Omar vive en un poblado chabolista de Bombay. Su madre murió y él vive solo. No sabe leer ni escribir y su trabajo es buscar tesoros junto a otros niños en los escombros de un basurero. Aunque algunos pudieran pensar que su mirada es triste, ¡para nada! Ellos celebran cualquier hallazgo que puedan encontrar en la basura. Un día Omar dio con algo especial:
- Chicos, ¡mirad lo que he encontrado! ¡Un tesoro! - dijo Omar.
- ¡Enséñanoslo! - comentaron el resto de niños.
Era un pisapapeles de cristal con un hada en su interior que cubría de nieve.
- Eso tiene que valor mucho, ¡véndelo y esta noche te acostarás con el estómago lleno! -exclamaron sus compañeros.
- No pienso hacer eso, ¡me lo quedaré! - contestó Omar.
Cuando Omar encontraba un tesoro, siempre pronunciaba una frase que recordaba de su madre: 'Gracias a la persona que me permite comer hoy, gracias y bendiciones para ella'. Y añadía él: 'Que nunca le falte la alegría y que sea feliz'.
Al día siguiente, Omar encontró otro gran tesoro, una pelota de béisbol, que guardó en su mochila junto con el pisapapeles. Y otro día se topó con una cajita de música rota. Dentro tenía una bailarina, que se parecía a su madre, así que también decidió quedársela.
Un día de verano, cuando el calor era insoportable, Omar decidió irse de su ciudad. Comenzó un largo viaje hacia el norte, pero pronto sintió hambre y se paró en un pueblo.
- Por favor, ¿pueden darme algo de comer? Les ayudaré en lo que necesitan - le dijo Omar a una anciana.
Y así es como el niño pasó una noche en casa de esta mujer: se duchó, cenó y cuando se iba dormir, la señora le contó un cuento. En agradecimiento, Omar, le regaló la cajita de música.
A la mañana siguiente, Omar siguió su camino. Cuando llevaba solo unos kilómetros, un coche le atropelló. El conductor se bajó inmediatamente y le socorrió, ¡por suerte era médico! Omar le contó su historia y el señor le llevó a su casa.
Allí Omar le hizo entrega de la pelota de béisbol y se encontró con una grata sorpresa, un niño como él, aunque ese niño no sonreía y su cara parecía un robot.
- No te preocupes, es que tiene algunos problemas y casi no habla. No le gusta la gente- se disculpó su padre.
Antes de meterse en la cama, Omar sacó de su mochila la bola de cristal. El niño agitó la bola y sonrió. Era su primera sonrisa en mucho tiempo. ¡Fue un momento mágico!
- Te la regalo - le dijo Omar- pero a cambio me tienes que contar un cuento.
- ¡Hecho! Me sé un montón que mi padre ha contado - respondió el niño.
Omar se quedó sin tesoros, pero a cambio encontró un hogar y un familia y se dio cuenta de que esos eran ahora sus nuevos tesoros.
Consejos para trabajar esta emoción en casa con niños
Los padres tienen facilitarles a los niños herramientas para que, primero, estos puedan conocer esta emoción y, segundo, puedan manejarla en distintas situaciones que se les vaya presentando en la vida. Para ayudarles a desarrollarla, ¡aquí tienes algunos consejos!
- Los niños aprenden por modelado y por imitación, así que como 'deberes' tienes que expresar con frecuencia y ante diferentes situaciones en las que tenga cabida la alegría.
- Uno manifiesta su alegría cuando lo siente de verdad, por eso si el niño no quiere no hay que forzarle a sonreír ni a estar contento.
- Está muy bien lo que nuestro cuerpo puede decir, pero también la alegría hay que trabajarla desde el interior.
- La hora de la cena puede ser un excelente momento para hablar de cómo ha ido el día y poner en común las emociones que se han vivido. ¡Y si es alegría, mucho mejor!
- Hemos dicho que no hay que forzar, pero tampoco reprimir y, si se puede, buscar motivos de celebración: haber acabado los deberes a tiempo, llegar a casa del trabajo antes de tiempo... ¡Seguro que tú encuentras millones de razones para festejar!
- ¿Qué te hace sentir bien? ¿Y a tu pequeño? Quizás un paseo en bici, una sesión de cine en casa, que le cuentes un cuento... En las pequeñas cosas, que a veces no le damos importancia, también hay mucha alegría.
- La risa se asocia con la alegría, pero aquí hay que tener mucho cuidado y hacer entender al niño que no es lo mismo 'reírse de' que 'reírse con'.
- También el humor es un pilar importante de esta emoción. ¿Dónde encontrarlo? En una broma o en un juego. ¡Búscalo!
- Y, por último, se darán circunstancias, como un velatorio, en las que no se debe expresar la alegría por respeto a personas que están tristes. Esto también es importante que se lo expliquemos a los niños desde que son pequeños.
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