Un niño inquieto no es un niño con TDAH
Psicología: El Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad suele detectarse entre los 7 y los 10 años
A pesar de que cada vez más se habla del Trastorno por
Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) no se despejan las dudas que la
sociedad tiene sobre él. Es más, la popularización del tema ha logrado que
muchos padres, preocupados por tener un hijo inquieto, acudan a las consultas
pensando que su hijo es hiperactivo.
Por ello los doctores Luis Caballero, jefe del Servicio
de Psiquiatría de HM Hospitales, María Valeria Costarelli y Sara Izquierdo,
psiquiatra y psicóloga del equipo Infanto-Juvenil, responsables del programa de
Trastornos de Conducta Infantil, explican las diferencias entre un niño
inquieto y uno con TDAH.
«El TDAH es un síndrome que se caracteriza por síntomas
de inatención, hiperactividad motriz e impulsividad. Suele empezar en la edad
escolar, aunque no hay un patrón homogéneo de los síntomas. Por ejemplo, puede
existir una falta de atención pero no una hiperactividad motriz», declaran los
expertos.
Para el diagnóstico, los síntomas deben darse en todos
los ámbitos del niño, tanto en casa como en el colegio, y provocar un malestar
psicológico, dificultades para la adaptación social y afectar al rendimiento
académico.
Asimismo, el TDAH puede cursar simultáneamente con otros
trastornos psiquiátricos propios de la edad infantil, como los trastornos de
conducta, emocionales o afectivos y de aprendizaje.
Por el contrario, el
niño inquieto o nervioso no presenta dificultades en ninguno de estos ámbitos,
se relaciona bien con los demás y también en el entorno familiar. Es decir, la
diferencia principal es que no presenta un malestar psicológico significativo.
Diagnóstico y tratamiento
Aunque hay excepciones, el TDAH suele detectarse entre
los 7 y 10 años porque es cuando empiezan a apreciarse las dificultades
adaptativas y de rendimiento escolar del niño.
En la edad preescolar lo más manifiesto del
TDAH son los problemas de conducta; en la adolescencia, a la pérdida de estima
personal y desajuste social se unen el consumo de drogas, alcohol e incluso
problemas legales. Los especialistas señalan que «una vez realizado el
diagnóstico correcto y preciso, se indica un tratamiento personal e
individualizado teniendo en cuenta las características del niño, su entorno
familiar, social y escolar. Generalmente, los tratamientos
combinados (abordaje psicoterapéutico individual y grupal, y terapia
farmacológica) son los que tienen mejores resultados».
Asimismo, estos niños necesitan apoyos
especiales tanto en el colegio como en casa. El tipo de apoyo varía en función
de las necesidades del niño, por lo que hay que coordinarse con los equipos de
orientación del centro escolar para reforzar las áreas que el menor necesite.
La familia, fundamental
El contexto familiar es «fundamental» para cualquier niño
y adolescente, y en pacientes con TDAH, la importancia es todavía mayor. Si
las influencias entre los diferentes miembros de la familia son positivas,
pueden ayudar a la buena evolución del niño.
Desde el Servicio de Psiquiatría y Psicología
Clínica de HM Hospitales se indica que el estilo educativo adecuado es aquel
que asocia una disciplina clara y consistente con una afectividad positiva.
Los menores con TDAH necesitan la guía y el apoyo de sus
padres, pero responder adecuadamente a las necesidades, a la vez que manejar el
mejor estrés y frustración que este trastorno produce en el entorno familiar
puede suponer un reto lleno de dificultades.
En muchas ocasiones resulta imprescindible el
apoyo y orientación a los padres por parte de un profesional especializado.
«Ante la sospecha de que un hijo padezca TDAH, lo
recomendable es llevarle al pediatra, que les informará sobre los pasos a
seguir y a qué especialista acudir», concluyen los expertos.
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