Trastornos
del lenguaje
Los trastornos del lenguaje son un conjunto de patologías que
dificultan (y a veces impiden) la comunicación. Comprometen la vida de relación
y aportan angustia y frustración a quienes las padecen. Sin embargo,
dependiendo del tipo y grado de afectación, muchos de ellos son altamente
reversibles.
Clasificación
La clasificación de una problemática es lo que nos permite
delimitar el campo de referencia y, a la vez, ayuda a definir sobre qué estamos
hablando.
Como en los Trastornos del Lenguaje no hay un acuerdo acabado
sobre las patologías que lo componen, quizás es más pertinente referirnos a
aquellos ítems sobre los cuales existe cierto consenso, el que tampoco es
completo, pero, al menos, en ellos hay una cierta concordancia mayoritaria en
cuanto a qué entra en el objeto de estudio. Nos centraremos en las cuatro de
referencia.
Las definiciones de estos Trastornos varían desde las que
sólo contemplan a aquellos que afectan la función motora de los órganos
encargados de la comunicación verbal, descartando los que tienen su origen en
otro órgano o función, a otras que incluyen cualquier tipo de causa, incluso
las de orden neurológico y psicopatológico, entre otras, además de las propias
de la fonación. En el medio se encuentra otra concepción que, casando las dos
anteriores, toma como parámetro a las patologías que son específica y
exclusivamente de la producción y la recepción del habla, aunque se incluyen
también las que, producto de otras causas, pueden resultar recuperables o las
de aquellas que comparten la etiología con los problemas del lenguaje.
Las etapas
normales del desarrollo del lenguaje en la infancia
Antes de tratar las patologías, es indispensable conocer la
forma en que evoluciona el lenguaje en el niño, teniendo en cuenta que la
progresión en cada uno puede tener tiempos variables, es decir, que pueden
existir retrasos y adelantos respecto de lo que se considera la media normal.
Ello sucede, además de las condiciones inherentes al propio
niño, porque el lenguaje en el ser humano es fruto de una combinación de
factores congénitos, pero también de los ambientales, que incluyen el grado de
estimulación del entorno y las cuestiones afectivas, entre muchos otros.
La secuencia del lenguaje en el niño se desarrolla
aproximadamente de la siguiente manera:
·
De 0 a 3 meses: Vocalizaciones poco diferenciadas
(llanto, gritos, sonidos). Hay reacción ante los ruidos.
·
Entre 3 y 4 meses: Comienza el balbuceo. Busca la
fuente de la que provienen los sonidos.
·
De 5 a 6 meses: Empieza a responder vocalmente a los
estímulos.
·
De 7 a 8 meses: Desarrolla bisílabos no propositivos,
es decir sin mayor desarrollo.
·
Entre los 9 y los 10: Se produce la preconversación
con balbuceo, que es esa producción larga de sonidos, pero que aún no tiene
sentido.
·
De 11 a 12: Ya comprende algunas palabras de uso
corriente.
·
Entre los 12 y los 18: Produce las primeras palabras,
y crece la comprensión y agrega paulatinamente nuevas verbalizaciones con
sentido.
·
18 a 24: Construye frases de dos elementos y tiene en
su haber un vocabulario de alrededor de veinte palabras al comienzo, a la que
se agregan nuevas.
·
24 a 30: Las frases pueden componerse de tres
elementos, su acervo vocal llega a las doscientas palabras a los dos años y
continúa incrementándose, puede obedecer órdenes y la mitad de su lenguaje es
inteligible.
·
30 a 36: Se complejiza la construcción de las frases
utilizando hasta cuatro componentes y, además, pronombres.
·
A los 36 meses, las tres cuartas partes del lenguaje
resulta inteligible, hace preguntas, sabe algunas canciones y comprende relatos
simples.
A los cuatro años y medio se completa el lenguaje básico y
sus producciones gozan de una sintaxis clara.
Cuando alguna de estas etapas no se cumple, con retrasos
significativos, tras descartar otro tipo de problemas como los neurológicos,
los psicopatológicos, las alteraciones anatómicas (fisura palatina, labio
leporino, maloclusiones, etc.), sordera, autismo y otros, nos hallamos frente a
un Trastorno del Lenguaje, aunque, insistimos, aquellos que puedan recuperarse
también entran en esta denominación, por más que provengan de una causa
específica, sea del orden que sea.
La prevalencia de los trastornos de este tipo entre los que
están en edad escolar se halla en el orden del 2-3%. La que compromete
solamente la emisión se estima en alrededor del 3 al 6%. El retraso del
lenguaje y del habla en los infantes en etapa preescolar es mucho más elevado,
alcanzando aproximadamente un 15%.
Por otro lado, los varones son mucho más propensos que las
mujeres para la adquisición de estos problemas, puesto que por cada 3 de ellos,
solo lo presenta una de ellas.
Otro tema a considerar es que las patologías atinentes al
lenguaje pueden aparecer a cualquier edad, como consecuencia de diversas
fuentes de orden traumático, accidental, degenerativo, etc.
Es necesario estar atentos en el caso de los niños, puesto
que en ellos la recuperación de las funciones perdidas suele ser mucho más completa.
Afasia
Es mucho más común en adultos, con una edad media de
aparición de 60 años, con una mayor frecuencia entre los 40 y los 80, aunque
puede producirse a cualquier edad, incluso en las etapas pre, peri y posnatal.
Si bien la causa principal es un daño cerebral producido por
un traumatismo craneo-encefálico, un ictus o apopejía o por algún proceso
degenerativo, también los tumores, algunas infecciones, anoxias y otro tipo de
lesiones son causales. El lado afectado del cerebro es el izquierdo, donde se
encuentra localizado principalmente el centro que regula las funciones del
habla.
Se las ha clasificado en cuatro tipos principales, según qué
aspectos resultan afectados:
·
Expresiva: la persona sabe lo que quiere decir, pero
tiene dificultades para decirlo.
·
Receptiva: escucha lo que le dicen o puede leer un
impreso, pero no les puede encontrar sentido.
·
Anómica: experimenta dificultades para utilizar las
palabras apropiadas para describir objetos, lugares o eventos.
·
Global: hay imposibilidad de hablar y de entender lo
que se le dice o lo que lee y para escribir.
Es decir que existen distintos grados de afectación, que van
desde pequeñas dificultades hasta la imposibilidad de establecer comunicación
por medio de la palabra en cualquiera de sus formas.
La afasia suele ir acompañada de otras disfunciones, como
cierta confusión, debilidad, insensibilidad o paralización de un lado del
cuerpo, problemas de visión, de marcha, de coordinación, de equilibrio,
espasmos y dolores de cabeza intensos, entre otras.
También las áreas del pensamiento, la atención, la memoria,
el aprendizaje y del control emocional pueden verse perturbadas.
Por otro lado, aunque solo se produzcan las dificultades de
comunicación, también se ve involucrada la faz psicológica del individuo, puesto
que no poder expresar y/o entender los mensajes suele alterar su equilibrio
emocional.
Si bien en algunos casos las afasias remiten espontáneamente,
no es lo más usual. Por ello es que, además de tratar aquello que produjo la
lesión para evitar o disminuir su persistencia, debe recurrirse a una terapia
del lenguaje, dado que el cerebro puede reentrenarse para sustituir el comando
de las funciones dañadas en otra región.
Este tipo de terapias utiliza como recurso centrarse en las
habilidades comunicacionales restantes, además de utilizar técnicas de
reentrenamiento de la palabra. Los resultados dependen del grado de la
afección, de la edad del individuo (más joven, mayores posibilidades), su
estado de salud, la motivación, el nivel educacional, la capacidad de asumir
los propios déficits, la ayuda del entorno, etc.
Además de la terapia individual, que se centra en la persona
y sus capacidades y necesidades, se recomienda la concurrencia a terapias
grupales o grupos de autoayuda, que, además de proporcionar un entorno más
cómodo, en el que los demás tienen una problemática similar, ayuda al propio
paciente y a su familia a ajustarse mejor a los cambios que supone padecer una
afasia, reduciendo el nivel de conflictividad y aprovechando la experiencia de los
demás.
También en muchas oportunidades el tratamiento psicológico
brinda un alivio para las derivaciones conductuales y emocionales que suelen
producir este tipo de afecciones.
Dislalia
Las dislalias consisten en formas de emisión de la palabra en
las cuales se halla alterada la articulación de alguno o algunos sonidos del
habla. Esto ocurre por sustitución de unos por otros o por la imposibilidad de
emisión de algunos de ellos.
Existe cierto consenso de que esta disfunción, para ser
considerada una dislalia, no debe tener como causa patologías del sistema
nervioso central, ni de los órganos encargados de la fonoarticulación. Sin
embargo, algunas clasificaciones incluyen estas anomalías en su catalogación.
Hay que tener en cuenta que en los niños, hasta
aproximadamente los cuatro años, es corriente que se produzca este tipo de
alteraciones. Estas se conocen como dislalia evolutiva o fisiológica, que tiene
su origen en la inmadurez cerebral y del aparato fonoarticulador, lo que se
corrige por sí mismo con la evolución madurativa, por lo que no requiere
intervención alguna, excepto que se evite hablar en “media lengua”, imitando el
lenguaje del niño.
La dislalia funcional es aquella en la cual el niño no utiliza
adecuadamente sus órganos fonatorios, sustituyendo un fonema por otro,
omitiendo , invirtiéndolo con otro que lo sigue o distorsionándolo.
Puede deberse a una falta de control de la motricidad , déficits en la
discriminación auditiva (no percibe las diferencias entre sonidos sordos y
sonoros, velares y dentales, oclusivos y fricativos, etc.), a una estimulación
deficitaria, a una deficiencia intelectual, a problemas psicológicos, etc. En
cada caso, la estrategia de rehabilitación logopédica tendrá que tener en
cuenta el origen del problema para centrarse en el área específica.
Por su parte, la dislalia audiógena se caracteriza por
provenir de una deficiencia auditiva, que no permite la correcta percepción del
lenguaje. Suele acompañarse de alteraciones en la emisión de la voz, por lo
que, además de corregir el problema de audición, será necesario trabajar
aspectos articulatorios y el mejoramiento del habla.
Finalmente, existe la orgánica, que es aquella cuya causa es
principalmente orgánica, centrada en los órganos del habla, como los labios, la
lengua o el paladar, entre otros (disglosia), que requerirá la previa
corrección de la malformación para luego ocuparse de la recuperación, o en el
sistema nervioso central. Estas últimas se conocen como Disartria.
Disartria
En realidad, en este Trastorno no hay afectación del orden
lingüístico propiamente dicho, sino que se trata de una derivación de una
dificultad de la expresión oral provocada por una lesión del sistema nervioso
central, que puede involucrar a los músculos y nervios de la lengua, la faringe
y la laringe.
Nuevamente, los errores que se producen tienen que ver con la
sustitución (sonidos r por d, k por t, por ejemplo), omisión (fonémica: “iño”,
en lugar de “niño”; silábica: “loj” por “reloj”), inserción (“palabera” por
“palabra”, para apoyar y resolver la dificultad en algún fonema o grupo) o
distorsión (no se llega a la sustitución, pero la pronunciación resulta
extraña).
Se las clasifica en:
Flácida: flacidez y parálisis con disminución de reflejos
musculares; deglución dificultosa; voz ronca y poco intensa; distorsión en la
articulación de consonantes; alteraciones respiratorias; hipernasalidad;
debilidad de las cuerdas vocales, paladar y laringe, etc.
Espástica: voz ronca; tono bajo y monótono; debilidad y
espasticidad en un lado del cuerpo, en la lengua y los labios; lentitud en el
habla; imprecisión en la articulación consonántica y frecuente distorsión de
las vocales; etc.
Atáxica: la ocasiona la afectación del cerebelo; movimientos
lentos e inapropiados en dirección, duración e intensidad; voz áspera y
monótona; profusión de distorsiones articulatorias; alteraciones prosódicas que
implican enfatizar incorrectamente las sílabas, etc.
Por lesiones en el sistema extrapiramidal: estas pueden ser
hipocinéticas (movimientos lentos, limitados y rígidos; voz débil, articulación
defectuosa, falta de inflexión; monotonía en el tono, entre otras) o
hipercinéticas, en las cuales la expresión se ve distorsionada por la presencia
de movimientos involuntarios, irrelevantes y excesivos, al tiempo que la
respiración, la fonación, la resonancia y la articulación pueden afectarse en
forma simultánea o sucesiva.
Mixta: son las de tratamiento más dificultoso, puesto que
se combinan dos o más de las anteriores.
Además de buscar mitigar los efectos orgánicos, cuando ello
es viable, resulta posible reeducar al paciente para que logre una mejor
expresión, resultado que será acorde al grado y al tipo de la lesión.
Tartamudez
o disfemia
Se trata de interrupciones involuntarias del habla,
acompañadas de movimientos corporales, como muecas, parpadeos y movimientos de
brazos, con gran tensión muscular en la cara y el cuello, que provocan en el
emisor estrés y temor.
Usualmente, puede aparecer entre los 2 y los 4 años, pero en
la mayoría de los casos remite espontáneamente, puesto que menos del 1% de los
adultos la padece. Entre ellos, hay una prevalencia del sexo masculino sobre el
femenino de tres o cuatro a uno.
Se desconoce cuál es su etiología. Algunos estudios la
asocian a problemas psicológicos y/o conductuales, aunque la mayoría de las
asociaciones que los agrupan rechazan esta teoría. Recientemente, ante la
comprobación de que en muchos casos existen familias más propensas a tener tal
trastorno, se han realizado investigaciones que tienden a identificar a tres
genes (http://www.stamme ring.org) como los presuntos causantes del tartamudeo.
Resulta interesante que los tartamudos no lo hacen todo el
tiempo; por ejemplo, no cuando cantan, o cuando hablan en voz alta en soledad y
que disminuye notablemente cuando se hallan en ambientes relajados.
Una vez descartadas ciertas patologías, como el síndrome de
Tourette, que pueden afectar la palabra en modo similar a la disfemia, y que
requieren un tratamiento específico, la tartamudez mejora notablemente con
técnicas logopédicas. También suele ser necesario el tratamiento psicológico,
puesto que esta, como todas las dificultades de expresión, impacta fuertemente
en la persona.
Final
Dependiendo del tipo de Trastorno, de su intensidad y del
grado en que se presenta en cada individuo, se estima que el tiempo de
tratamiento para lograr la mejora máxima posible es, en promedio, de alrededor
de dos años.
Siempre, cuando antes se detecten los problemas, mejor será
la perspectiva de progreso.
Las audiometrías, diversos tipos de tests y otras técnicas
sirven para la detección, aunque lo más corriente resulta que la observación
clínica de algún problema sea el inicio del diagnóstico.
Contra lo que a veces suele creerse, la mayor parte de los
Trastornos del Lenguaje no implican disminución de las facultades mentales.
Además de los tratamientos sanitarios que deban aplicarse a
cada caso, es muy importante que el entorno ayude. La regla al respecto es muy
sencilla: paciencia y comprensión, no apurando ni completando las frases de
quien presenta un problema, sino apoyándolo, alentándolo y resaltando los
logros.
Ronaldo Pellegrini
Fuentes:
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