Decálogo del buen trato
1) Aceptar
incondicionalmente a nuestros hijos e hijas.
Debemos aceptarlos con sus virtudes y sus defectos porque no
hay niños mejores que otros, sino diferentes entre sí. La incondicionalidad
significa no poner condiciones, aceptar a nuestros hijos e hijas como son,
demostrándoles diariamente que, a pesar de todo, les queremos y estamos
orgullosos de ser sus padres, y que, incluso en aquellas situaciones en las que
no aprobamos su conducta, estamos a su lado enseñándoles y apoyándoles.
2) Proporcionarles
amor y afecto.
“Te quiero tal como eres” es el mensaje que debemos
transmitir a nuestros hijos e hijas. Es muy importante que nuestras relaciones
con ellos estén impregnadas de ternura, miradas, besos, abrazos, caricias,
palabras cariñosas,etc.
Es importante recordar también que, independientemente de la
situación de pareja en la que nos encontremos, nuestros hijos e hijas nos
necesitan física y emocionalmente. Según la Declaración de los Derechos del
Niño, nuestro hijo “tiene derecho a mantener contacto con sus padres, aunque
estos estén separados o divorciados”.
Nuestros hijos deben seguir contando con ambos, con su padre
y con su madre, por eso debemos seguir diciendo “nosotros” en las cuestiones
relativas a nuestro hijo/a, asegurándoles que pueden seguir contando con el
apoyo y comprensión de los dos.
3) Establecer límites
razonables.
Aceptamos y queremos a nuestros hijos/as incondicionalmente,
pero estableciendo con ellos unos límites coherentes y consistentes para que
sepan qué pueden hacer o no hacer. A la hora de fijar los límites debemos ser
razonables:no podemos prohibir ni autorizar todo. Tenemos que analizar si hay razones
de peso para mantener o no ciertas normas. Las normas y límites deben revisarse
a medida que nuestros hijos/as van madurando, adquiriendo nuevas habilidades y
autonomía personal. Hemos de recordar que mantener las normas no ha de estar
reñido con el cariño y el afecto.
4) Respetar su derecho
al juego y a tener relaciones de amistad con sus compañeros.
Los niños deben poder jugar sin estar sometidos continuamente
al control de los adultos. La libertad es una parte esencial del juego. La
infancia, sobre todo, en las ciudades, sufre soledad en sus vidas y en sus
juegos. Nuestra tendencia para paliarlo es comprarles muchos juguetes, aunque
luego comprobamos que apenas les hacen caso. Lo que un niño necesita para jugar
es un amigo o compañero de juego. La relación con los iguales es un factor
fundamental para aprender a comunicarse. Debemos planifi- car nuestro tiempo para
fomentar en nuestros hijos las relaciones sociales y afectivas con sus iguales.
5) Respetar
y fomentar su autonomía.
La tendencia natural de los niños es querer hacer las cosas
por sí mismos. Esta disposición es muy positiva y necesaria para aprender y
mejorar día a día. No debemos correr el riesgo de sobreprotegerlos pensando que
les ayudamos. Protegiéndoles les ayudamos a protegerse a sí mismos, pero
sobreprotegiéndoles solo les enseñamos a depender de nosotros.
6)
Protegerle de los riesgos reales o imaginarios.
Sabemos que los peligros existen y que no siempre vamos a
poder evitarlos, aunque hagamos todo lo posible. Lo importante es enseñarles a
reconocer los riesgos y evitar los posibles peligros. Es imprescindible que
mantengamos una buena comunicación que les permita acudir a nosotros cuando se enfrentan
a un problema que no saben solucionar.
Los niños también tienen miedos imaginarios. Lo más
importante es escucharles, comprenderles y tranquilizarles; debemos evitar
verbalizaciones y conductas violentas que fomenten miedo.
7) Aceptar
su sexualidad y ofrecer una imagen positiva de la misma.
Los niños/as expresan su sexualidad a través del conocimiento
de su cuerpo y del de los demás. La curiosidad por todo lo referido al sexo
(diferencias biológicas entre niños y niñas, conductas sexuales, etc.) les
lleva a preguntar y a jugar imitando muchas de las conductas que observan a
diario. Debemos hacerles sentir que su cuerpo es bonito, que ninguna zona es
fea, sucia o mala, para no hacerles vivir con culpabilidad las sensaciones que
experimentan.
Los padres y madres, como principales educadores de sus hijos,
tienen una gran responsabilidad en la educación sexual de sus hijos/as; su
presencia activa, afectuosa y de respeto hacia los dos sexos es fundamental
para su equilibrio y completo desarrollo.
8)
Comunicación y empatía.
Para tener una buena relación es imprescindible una buena
comunicación.
Nuestros hijos/as deben sentirse escuchados y aceptados
cuando hablan con nosotros. Escuchar a nuestros hijos es mirarles a los ojos y,
sobre todo, no tener prisa. A los niños/as hay que darles tiempo, hay que estar
con ellos.
Nuestra forma de vida exige demasiada rapidez, demasiada
prisa. Las personas adultas lo sufrimos con manifestaciones de estrés y
ansiedad, pero un niño/a no puede ni debe tener este ritmo frenético.
9)
Participación.
A veces no tenemos en cuenta las propuestas de nuestros
hijos/as por el simple hecho de que no son adultos, pero si nos parásemos a
escucharles nos daríamos cuenta de que sus ideas no son tan “infantiles”.
Nuestro compromiso como padres y madres es educar a personas
con capacidad de reflexión y de participación.
10)
Dedicarles tiempo y atención.
El ritmo de la vida actual provoca que dispongamos de poco
tiempo para dedicarnos a nuestros niños/as. Sin embargo, los niños necesitan
tiempo compartido. Tiempo de afecto, de comprensión, de establecimiento de
límites, en fin, tiempo para todo lo que se ha comentado en los puntos
anteriores.
Muy relacionado con el tiempo que dedicamos a nuestros
hijos/as está la sociedad de consumo. Vivimos en una sociedad consumista en la
que se tiende a medir a las personas por lo que tienen en lugar de por lo que
son. Este es uno de los retos a los que nos enfrentamos tanto como personas
como en la educación: hacerles comprender que lo valioso está en las personas y
no en los objetos.
(A. Fernández Barreras y E. Gómez Pérez. Asociación CAVAS
Cantabria/FAPMI)
Fuente: Guía Práctica del buen trato al niño.
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