Ligera orientación que puede servir de ayuda para reconocer en los niños menores de tres años algún síntoma de este síndrome.
El nacimiento de un bebé es un acontecimiento en la familia. Los padres, si es deseado, se llenan de expectativas. Tras el parto, si el reconocimiento médico es favorable, se vacuna al bebé, se le lleva a casa y comienza su crianza. El niño crece contento, a su ritmo, y la familia que lo acoge y lo rodea es feliz. Quizás no sea demasiado sociable pero si es pequeño no se encuentra defecto en la no socialización.
Llega el momento de acudir al colegio. De repente, el hijo que en la guardería estaba contento e incluso destacaba sobre sus compañeros, se vuelve retraído. Juega solo, no interactúa. Se le hace difícil aprender a escribir pero no por falta de conocimientos, sino por su mala destreza. El profesor llama a los padres. El psicólogo se pone en contacto con ellos y les informa de que ha aparecido un trastorno del desarrollo.
Los padres se sienten confusos. Todo iba bien y, de repente, una avalancha de problemas se cierne sobre ellos. ¿Qué está ocurriendo? Se culpa a la escuela, a la poca capacidad de los profesores e incluso se cambia de colegio, esperando que la situación mejore.
Acudir al pediatra a preguntar qué ocurre
Si el colegiado encuentra físicamente bien al niño, puede que remita a los padres a la Unidad de Salud Mental Infantil –USMI– o a un psicólogo especializado que emitirá un diagnóstico, tras valorar al pequeño, quien se siente tan confuso y amedrentado como los padres por los cambios tan rotundos que se producen en su vida.
El diagnóstico suele ser: TGD o Trastorno Generalizado de Desarrollo, Autismo o Síndrome de Asperger. El autismo se detecta a muy temprana edad, por ser un trastorno que se lleva estudiando mucho más tiempo y tener unas directrices más definidas. Los otros dos síndromes no, puesto que su reconocimiento e investigación son más recientes.
Debido a esta falta de datos, se produce una situación tensa para padres, profesores, el resto de la familia y para el alumno, que se sienten impotentes. No hay suficiente información para poder actuar de inmediato. Los profesores suelen ignorar qué hacer con estos alumnos que tienen miedo de los ruidos, que no escriben bien aunque sí disponen de una memoria excelente, que son tercos y tienen unas respuestas sobredimensionadas.
Los padres se sienten molestos. Ven progresos en su hijo de una manera descompensada: ¡sabe tantísimo de unas cosas y es tan torpe en otras!. Van llevando al alumno de colegio en colegio, de psicólogo en psicólogo. Lo medican, lo tratan. Esperan resultados a corto plazo. Hasta que pueden encontrar a quien conoce bien el síndrome y adquieren la paciencia necesaria para trabajar con su hijo.
La observación es fundamental
La principal solución está en localizar el síndrome cuando el niño es pequeño. Hay pautas para poder detectarlo cuando aún tienen un año o dos. De este modo, pueden actuar para que la impotencia no abrume a quienes estén en contacto con el niño, que no ha de sentirse ni incapaz ni minusvalorado.
Algunas de las pautas generales son las siguientes, en un niño de hasta tres años:
- Tienen un tema central que les gusta tanto que les llega a obsesionar. Por ejemplo, los animales o los coches.
- Suelen alinear y ordenar sus juguetes de un modo característico: en larguísimas filas.
- Usan un vocabulario que suele ser poco frecuente en su edad y muy elevado si se trata de hablar de su tema central.
- Pueden tardar en hablar.
- Cuando se les sube a un carrousel, no saludan. Se limitan a dejarse llevar y no buscan a los padres.
- No suelen abordar a otros niños para jugar con ellos. Es más, juegan solos muy a menudo.
- Se alteran con los ruidos fuertes.
- Se les engaña fácilmente.
- No muestran interés por dibujar o por el deporte, porque no destacan. Les gustará mucho más leer o jugar al ordenador. La televisión les apasiona porque aprenden mejor por medio audiovisual.
Estas y otras características pueden ayudar a reconocer si su hijo tiene un trastorno generalizado del desarrollo o un síndrome de Asperger. Si fuera así, los padres y familiares pueden actuar del modo siguiente:
- Pensar que su hijo necesita ayuda en algunos aspectos como otros niños normales pueden necesitarla.
- Trabajar con el niño con paciencia y cariño, como lo harían con otro hijo.
- Acudir al pediatra y al psicólogo lo antes posible, poniéndose en contacto con el colegio.
- Acudir a alguna asociación que pueda orientar y apoyar.
Tomado de: http://mariateresaalaezgarcia.suite101.net
Madres de niños con Síndrome de Asperger
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