INTERVENCIÓN DE LA RESILIENCIA EN NIÑOS
La resiliencia es
más que resistir a los embates, al temor a los riesgos, es tomar cada
circunstancia adversa como un desafío que pone a prueba todas las
potencialidades de un individuo.
Existen tres pilares que sostienen la capacidad de
resiliencia.
1. La capacidad de juego. No
tomarse las cosas tan a pecho que el temor impida hallar las salidas. La creatividad, la
multiplicación de los intereses personales, los juegos de la imaginación
relegan esas causas de alarma a su justo lugar.
2. La capacidad de encarar las situaciones
con un sentimiento de esperanza. Y para ello es fundamental
tener al menos a alguien en quien depositar los afectos, admiración, que sirven
como guía y estímulo. Es lo que en el lenguaje común de los grupos de
resiliencia se conoce como “ engancharse". Son esenciales asimismo las llamadas
“redes de sostén” o de contención, vínculos que enriquecen e impiden que la
persona se sienta en una intemperie vital. Amigos, un maestro, una comunidad
barrial, los grupos de resiliencia obran como apoyo y estímulo permanentes.
3. El auto sostén. Se
puede resumir como un mensaje que la persona elabora para sí mismo. “yo sé que
esto me va a pasar”, se dice ante un mal trance. O sea: “Me quiero, confío en
mí, me puedo sostener en la vida”. Los intentos por descubrir el sustento
biológico de los comportamientos resilientes no sólo se interesan por sus
alcances teóricos. Interesan también por sus implicancias prácticas.
Ciertamente, la determinación de los elementos, condiciones y relaciones que
participan en la configuración del desarrollo infantil abre nuevos espacios a
la intervención.
La evidencia presentada ha mostrado un panorama más bien
optimista al respecto, al dar cuenta de que ningún elemento adverso es, por sí
mismo, fuente de deterioro o daño inevitable para el individuo y que, en
general, la adversidad puede ser, si es que no contrarrestada, atenuada por
medio del establecimiento de relaciones cuidadosas y cálidas entre los padres o
cuidadores primarios y el sujeto. Las perspectivas que tal modo de acción
ofrece son no sólo más altas, sino también de mayor alcance.
Puede parecer evidente, pero las condiciones nutricionales
deficitarias o los ambientes familiares desfavorables dificultan que el niño
pueda aprender cabalmente las enseñanzas escolares, ya que sus capacidades
intelectuales no escapan a los efectos de la adversidad. En este sentido, no
puede dudarse que las posibilidades de logro educativo de un niño se amplían
exponencialmente si cuenta con todas sus potencialidades intactas y así puede abordar la tarea escolar sin tener que
sortear obstáculos adicionales. (Kotliarenco, Y Pardo).
Hoy día es necesario saber como primario la necesidad de
fortalecer a los niños interiormente para que puedan resistir a un mundo tan
difícil como son las globalizaciones, informarlos, formarlos para favorecer
cada etapa de crecimiento…(Ramírez , 1995).
El apego va desde la cuna hasta la tumba, pero los tres
primeros años son muy formadores de la personalidad y los más estructurantes en
términos de resiliencia. Pero hay relaciones de apego posteriores que también
son resilientes. Las investigaciones señalan que a mayor inteligencia, mayor
capacidad de resiliencia, pero estamos apostando a que se pueden desarrollar
comportamientos resilientes en todas las personas(Sánchez , 2003)
FUENTE:
LA RESILIENCIA
EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL
Maria Angélica Trujillo Facultad de Estudios
Superiores IZTACALA
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