¿Cómo puedo ayudar a mis hijos a adaptarse a los cambios?/Divorcio

¿Cómo puedo ayudar a mis hijos a adaptarse a los cambios?

El divorcio no es ni bueno ni malo para los hijos, todo
depende de cómo se haga.
Si en el transcurso de la separación se liman las discrepancias y se evitan los conflictos abiertos, los hijos sufrirán menos y se adaptarán más rápido. La ruptura en
sí, no es ni buena ni mala, lo que hace mella en los hijos son las actitudes y los comportamientos alterados que muestran los padres entre sí y hacia los hijos después de la separación (insultos, menosprecios, gritos, indiferencia).

Para ayudar a los hijos a superar la separación, los progenitores deben tener en cuenta las siguientes cuestiones:

• No deben exigir a los hijos que tomen partido por uno de ellos. Lo pasarán mal si quieren permanecer la mayor parte del tiempo con uno de los padres, porque tampoco quieren herir al otro.

• No debe utilizarse al hijo como mediador o interlocutor entre uno y otro, ni como sostén emocional de uno de ellos. Tampoco es adecuado asignarles tareas que no son acordes a su edad, y que fuerzan al menor a madurar antes de tiempo. Hay padres con hijos de 11 a 13 años que les cargan con tareas propias de un adulto. Una cosa es ayudar o colaborar, otra muy distinta es convertirlos en cenicienta.

• No se debe permitir que los hijos se entrometan en los asuntos de pareja, estos pertenecen a la intimidad de los progenitores. En cambio, e incluso por ley, a partir de los 12 años, hay que hacerles participar en las decisiones que les conciernen. Esta es una forma de que se vayan haciendo más responsables y de mantener buenas relaciones con los padres. Si no se cuenta con ellos, aspectos de la vida familiar que hay que organizar pueden ser saboteados. ¿A qué tipo de asuntos nos referimos?, pues la casa en la que vivir, organizar su habitación, visitas, horarios, normas y tantas otras cosas que sin la colaboración de l os hijos resultarían difíciles.
Conviene dialogar con ellos y discutir afablemente las cosas para llegar a decisiones satisfactorias para todos. No podemos dejarles hacer cualquier cosa pensando “pobrecitos lo están pasando mal con el divorcio, no están con su padre o con su madre; me tiene que aguantar mis malos humores o mi pesimismo” o pensando, que para un rato que se está con él/ella, se le puede permitir todo .Esto
no es bueno para los hijos. Un padre o madre siempre lo son y deben poner normas, deben tener el control, argumentar las razones de las normas y explicar en qué momento se aplicarán, así como hacerlas cumplir, para orientar el
comportamiento del hijo y enseñarle las cosas de la vida. Ahora bien, las normas no tienen por qué ser rígidas, pueden cambiarse o hacer excepciones en determinadas circunstancias.

• No se debe manipular a los hijos para vengarse de la pareja, ello les puede llevar a sentirse culpables de la separación; ni tampoco para "espiar" al otro progenitor y así cuestionar su forma de vida.

• No conviene responsabilizar al otro progenitor de los comportamientos que puedan aparecer en los hijos (no querer dormir solos, tener pesadillas, mostrarse agresivos, excesivo temor e inseguridad, bajo rendimiento escolar…). Tales actos pueden ser una forma de exteriorizar y afrontar los sentimientos que les produce la separación y suelen ser temporales. En ocasiones, los padres están tan centrados en los asuntos legales que descuidan su atención; la separación limita su capacidad para apoyar a los hijos, precisamente cuando éstos más lo necesitan.

• Tampoco se debe pensar que las conductas inadecuadas de los hijos tienen la intención de sacar de quicio a los padres; al contrario, como se ha dicho, suelen ser la forma que tienen, según su capacidad de comprensión y actuación, de expresar los sentimientos de angustia, de responder a las presiones parentales y de ajustarse a las circunstancias.

• Evitar generar en los hijos la idea de que las relaciones acaban mal, que no se pueden esperar cosas positivas de los demás. Demostrar que el hecho de que una relación se acabe no significa que las personas no puedan llevarse bien.

• No actuar como los padres que intentan borrar en los hijos el recuerdo del otro progenitor.

• Evitar generar en los hijos la ilusión de reconciliación de sus padres.

• El progenitor que no tiene la custodia, debe evitar adoptar actitudes y comportamientos pasivos; sigue teniendo la responsabilidad de ocuparse de los hijos, no debe delegar toda la responsabilidad en el custodio, ni pensar que ya no es necesario. El progenitor que se queda a cargo de los hijos tiene que promover el cumplimiento del régimen de visitas, aceptar las limitaciones que supone la sobrecarga de actividades (niños, casa, trabajo) y pedir colaboración.

• Salvo en casos excepcionales, hay que garantizar que los hijos mantengan el contacto con los familiares cercanos (primos, tíos), sobre todo, con los abuelos maternos y paternos. Éstos son una fuente importante de ayuda para los progenitores y de apoyo emocional para los niños.
La mejor forma que tienen los progenitores de ayudar a los hijos a ajustarse a los cambios que trae consigo la separación es mostrando actitudes respetuosas. Si los
hijos perciben que entre los padres hay diálogo y colaboración, y no discusiones que acaban en llantos y gritos o comentarios del tipo:"si llego a saber que el matrimonio iba
a acabar así no hubiera tenido hijos", serán capaces de normalizar el divorcio.

El primer cambio que experimentan los hijos tiene que ver con el hecho de que pasan menos tiempo con el progenitor que deja la casa. Cuando llegan del colegio no lo tienen en casa para contarle las cosas que les han pasado. En este sentido, es relevante que los hijos puedan continuar contando con este progenitor en las tareas cotidianas, aunque ya no vivan con él. Ello será viable en la medida en que ambos padres hagan un reparto de tareas según sus posibilidades (que uno les lleve al colegio y el otro les recoja, o que le lleve a las actividades extraescolares). Los hijos no se sentirán abandonados si el progenitor no custodio está siempre localizable, accesible y disponible.
Para que los hijos puedan disfrutar el mayor tiempo posible de ambos progenitores y así reducir el potencial impacto negativo del divorcio, lo ideal sería una custodia compartida, siempre que las condiciones familiares lo posibiliten (cercanía geográfica de los padres, disponibilidad de horarios, conflicto bajo o moderado entre los padres).

Si la relación entre los padres está muy deteriorada, se suelen producir enfrentamientos, humillaciones o agresiones cuando los padres se juntan para la recogida o entrega al progenitor no custodio. En esas situaciones tensas, con
frecuencia, el hijo se convierte en un instrumento para dañar al otro. Para poder llevar a cabo el régimen de visitas en situaciones conflictivas y así evitar disputas entre la
pareja, y entre padres e hijos, se puede acudir a los puntos de encuentro familiar. De esta forma se protege el bienestar emocional del menor, a la par que se cumple el derecho de los hijos a mantener su relación con el padre o la madre no custodio.

El segundo cambio que ocurre tiene que ver con la reorganización de la familia, con las tareas que se tienen que desempeñar y con las responsabilidades que se tienen que asumir. Lo que antes era una familia ahora se convierte en dos, de ahí que el esfuerzo de cooperación debe ser hecho por ambas partes. Es imprescindible ponerse de acuerdo sobre la disciplina que se va a aplicar, las normas que se tienen que respetar, la forma de controlar su cumplimiento o de proceder ante cualquier incidencia.

Es difícil, nadie lo duda, pero el punto de unión de la pareja debe ser mantener el bienestar de los hijos procurándoles estabilidad emocional y social. Esto significa que los cambios deben ser mínimos y los imprescindibles. Conviene establecer prioridades así como evitar, si es posible, aquellos cambios que puedan ser más costosos (por ejemplo, el cambio de colegio que trae consigo distanciarse de compañeros y amigos...).

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