Breve descripción de las FE que han sido las más estudiadas en niños.


Breve descripción de las FE que han sido las más estudiadas en niños.

Establecimiento de metas y planeación. La planeación ha sido definida como la capacidad para llegar a metas u objetivos ya sea en el corto o largo plazo, integrando y secuenciando de manera eficiente una serie de pasos que permitan llegar a la meta deseada (Baker et al., 1996). De acuerdo con Goldberg (2001) el establecimiento de metas es el proceso mental más centrado en el yo, pues se deriva del “yo necesito” por lo que su aparición en la evolución del ser humano debió estar ligada a la emergencia de representaciones mentales del “yo”.

De este modo, alcanzar un objetivo implica no sólo una organización temporal del comportamiento y control de la secuencia adecuada de varias operaciones mentales, sino también el mantenimiento de la representación del objetivo que se pretende lograr y los planes adecuados para hacerlo anticipando necesidades y circunstancias. Estos procesos han sido relacionados con la actividad de la corteza prefrontal dorsolateral (Baker et al., 1996).

Los niños de entre 4 y 8 años, mejoran disminuyen progresivamente el número de movimientos que deben realizar para completar tareas como la Torre de Londres o la Torre de Hanoi (Atance & Jackson, 2009; Luciana & Nelson, 1998). Gracias al incremento en la capacidad de formar representaciones mentales y su manipulación, los niños en este periodo pueden adquirir otras habilidades más complejas como secuenciar y organizar sus conductas para lograr metas y objetivos a corto y largo plazo (Diamond, 2002).

Memoria de trabajo u operativa .En múltiples situaciones de la vida cotidiana tenemos la necesidad de recordar algo con el fin de resolver un problema. En tales situaciones, nuestro cerebro debe seleccionar qué tipo de información es relevante y evocarla, ignorando todo el cúmulo de información que hemos almacenado pero que no nos sirve en ese momento. Adicionalmente, conforme la tarea avanza el cerebro debe de hacer cambios pertinentes, como dejar ir el recuerdo que hacía un momento era importante y evocar otro tipo de información. A dicho proceso de selección de recuerdos relevantes en una situación determinada se le denomina “memoria de trabajo” (Goldberg, 2001).

Baddeley (2003) la define como un sistema para mantener temporalmente y de forma activa una capacidad limitada de información para lograr metas inmediatas o a corto plazo. Este sistema está formado por un ejecutivo central el cual coordina las actividades de dos sistemas esclavos: el bucle fonológico, el cual se encarga de mantener en línea información de tipo verbal a través de la repetición articulatoria; y el boceto visoespacial que procesa información de tipo viso espacial. El ejecutivo central se encarga además, de asignar los recursos atencionales cuando se realizan dos o más tareas simultáneas y de acceder a información almacenada en la memoria a largo plazo y seleccionar las estrategias adecuadas de evocación. Estas funciones del ejecutivo central se han relacionado con la actividad de la CPF, mientras que el bucle fonológico estaría relacionado con áreas temporales y parietales izquierdas y el boceto viso espacial con áreas homólogas derechas.

Diversos estudios han puesto en evidencia el gran progreso de esta capacidad durante la infancia y su impacto en otras áreas del desarrollo cognoscitivo (Baddeley, 2003; Carlson, 2005). Luciana y Nelson (1998) evaluaron a niños de 4 a 8 años (n=181) y a un pequeño grupo de adultos (n=24) con una versión computarizada de los Cubos de Corsi, en la que los participantes deben señalar en orden inverso al indicado una serie de cubos. Observaron un efecto de la edad y una interacción de la edad con el sexo ya que mientras los niños mantuvieron un lapso mayor de memoria visual a los 4, 6 y 7 años, las niñas tuvieron una mejor ejecución a los 5 y a los 8 años. Carlson evaluó a niños de 3, 4 y 5 años en la tarea de Dígitos en Regresión: sólo el 9 % de los niños de 3 años podían repetir tres dígitos de modo inverso, porcentaje que ascendió a 37 para los niños de 4 años y a 69 para los de cinco.

Estos datos indican que durante la infancia existe una mejora importante en la capacidad de memoria de trabajo tanto en la modalidad visoespacial como auditivo verbal, que se extiende incluso más allá de los 6 y 7 años por lo que su desarrollo es más tardío que otros procesos tales como el control inhibitorio, con el cual se encuentra relacionado (Liberman, Giesbrecht, & Muller, 2007).

Flexibilidad. Nuestro entorno cambia constantemente y nuestros esquemas mentales deben ser lo suficientemente flexibles para adaptarse a los cambios de cierto contexto. La flexibilidad cognitiva se refiere a la habilidad de cambiar entre sets de respuestas, aprender de los errores, cambiar a estrategias más efectivas y dividir la atención. Los déficits en este dominio incluirían las respuestas perseverativas (Anderson, 2002). De acuerdo a estudios de neuroimagen, se ha encontrado que el giro frontal medial se activa de manera selectiva ante tareas que involucran este proceso (Konishi et al., 2002). El éxito de los niños en tareas de flexibilidad depende en gran medida de la cantidad de dimensiones (color, forma, número) que contengan los estímulos que deban atender y el número de cambios que deban hacer entre tales dimensiones (Perner & Lang, 2002).

De los 3 a los 5 años los niños manifiestan una importante mejoría en actividades de cambio de tareas en las que se requiere un mantenimiento activo de la información e inhibición. Se ha sugerido que tal ejecución involucra en gran medida el funcionamiento de la corteza prefrontal dorsolateral sólo cuando el cambio de tarea implica el cambio del foco atencional a una dimensión diferente pues esto implica el procesamiento de información novedosa y por lo tanto mayor concentración (Diamond, 2002). Estos cambios tienen implicaciones significativas en la conducta del niño ya que le permiten formular y usar juegos de reglas más complejos para regular su conducta (Zelazo, 1996).

Control inhibitorio.Esta función alude a nuestra capacidad de inhibir y controlar respuestas afectivas, cognitivas y conductuales. Por tanto, no constituye un constructo unitario. Así, podemos distinguir entre la inhibición en la atención, que se refiere tanto a la atención selectiva como al cambio en el foco atencional, y la inhibición de la acción que comprende por un lado la inhibición de una conducta y, por el otro, el cambio de un patrón de respuesta dominante a otro (Capilla et al., 2004).

La habilidad para mantener el foco de nuestra atención en un punto, nos permite la concentración en determinada actividad inhibiendo las señales que proceden de otras fuentes de información, es decir, evitando la distracción. Mientras que la inhibición de conductas dominantes a favor de otras que no lo son requiere un cambio del set cognitivo.

Esta capacidad de control inhibitorio se ha asociado con el funcionamiento de la corteza prefrontal medial, en especial el giro cingular anterior y la COF (Shimamura, 2000) y se da en virtud de las eferencias que tienen estas regiones de la CPF con otras regiones posteriores y subcorticales para dar prioridad a cierta información o representación relevante en un momento dado.

En una tarea tipo Stroop adaptada para niños preescolares, se ha encontrado que los niños entre 3½ a 4½ años presentan dificultades para guiar sus acciones inhibiendo la respuesta dominante. El desempeño mejora conforme la edad, y los niños de 6 años prácticamente no presentan dificultades para realizarla (Diamond, 2002; Gerstadt, Hong, & Diamond, 1994).

Otros estudios que han utilizado tareas que implican la capacidad de demorar una conducta con carga afectiva, por ejemplo, ignorar una recompensa pequeña inmediata a favor de una más grande pero lejana en el tiempo o evitar mirar una recompensa deseada, mostraron que los participantes de 3 años, a diferencia de los de 4 años, tuvieron dificultades para inhibir su deseo de obtener recompensas inmediatas (Carlson, 2005).

Estos hallazgos indican que la edades entre los 3 y los 4 años existe un progreso del proceso inhibitorio tanto de respuestas dominantes cognitivas y motoras, como de respuestas de espera con contenido motivacional, y que en niños mayores de 4 años, prácticamente se encuentran establecidas estas habilidades, por lo que se ha considerado que el control inhibitorio puede ser un proceso que permite el desarrollo adecuado de otras FE (Barkley, 1997).

Procesamiento riesgo beneficio. Muchas de las preguntas que nos planteamos día a día no tienen una respuesta simple que pueda formularse de manera absoluta. Resulta evidente que constantemente tenemos que hacer valoraciones sobre la presencia y probabilidad de ocurrencia de riesgos, beneficios y desventajas que conlleva la realización de un acto. Todos estos juicios involucran una carga afectiva que hemos adquirido en base a experiencias propias o ajenas, y por ende, somos capaces de hacer en cierta medida una anticipación de lo que sucedería en una u otra situación (Goldberg, 2001).

La COF juega un papel importante en este proceso ya que ha sido relacionada con los aspectos, emocionales y motivacionales del comportamiento. Esta región de la corteza prefrontal, participa en la detección de los cambios en las contingencias de reforzamiento y de este modo, se modifican los planes de acción necesarios para adecuarse a los cambios del contexto de acuerdo a la relevancia afectiva de los reforzadores involucrados (Zelazo & Müller, 2002).

Uno de los paradigmas más utilizados para evaluar la percepción costo-beneficio en adultos y que ha resultado sensible para detectar disfunciones en la zona orbitofrontal, es la tarea de Cartas de Iowa. Kerr y Zelazo (2004) adaptaron esta prueba para niños en edad preescolar y encontraron que los niños de 4 años hacían más elecciones ventajosas que los niños de 3 años y observaron que la diferencia entre ambos grupos de edad era significativa. Además, los niños de 4 años mostraron un aumento en su elección de cartas ventajosas conforme iba avanzando la prueba. Por su parte, Garon y Moore (2004) mostraron que en niños de 3 a 6 años, no hubo un efecto de la edad sobre la elección de las cartas ventajosas pero sí hubo un efecto de este factor sobre la conciencia de los niños sobre cuáles eran las mejores cartas, mostrando que los tres grupos diferían al respecto, teniendo una mayor conciencia los niños más grandes.
Estos datos indican que los niños pequeños aún no han desarrollado el proceso de toma de decisiones a partir de la percepción costo-beneficio y que incluso en los niños mayores hay una falla en el desempeño durante la tarea al elegir más cartas desventajosas aun cuando pueden reportar verbalmente qué cartas les daban más recompensas a largo plazo



FUENTE:
Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Abril 2011, Vol.11, Nº1, pp. 159-172 159 ISSN: 0124-1265
Desarrollo de las Funciones Ejecutivas y de la Corteza Prefrontal


Asucena Lozano Gutiérrez &
Feggy Ostrosky
Laboratorio de Psicofisiología y Neuropsicología, Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. México, D.F.,
 
 

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