La Comisión Europea, en el año 2.004 definió la competencia
de aprender a aprender como "la capacidad para proseguir y persistir
en el aprendizaje, organizar el propio aprendizaje, lo que conlleva realizar un
control eficaz del tiempo
y la información,
individual y grupalmente. Esta competencia incluye la conciencia de
las necesidades y procesos del propio aprendizaje, la identificación de las
oportunidades disponibles, la habilidad para superar los obstáculos con el fin
de aprender con éxito.
Incluye obtener, procesar y asimilar nuevos conocimientos y habilidades así
como la búsqueda y utilización de una guía. Aprender a aprender significa
que los estudiantes se comprometan a construir su conocimiento a partir de sus
aprendizajes y experiencias vitales anteriores con el fin de utilizar y aplicar
el
conocimiento y las habilidades en una variedad de contextos: en casa,
en el
trabajo, en la educación y la instrucción. En la competencia de la
persona son cruciales la motivación
y la confianza"
De la definición anterior se desprende que, aprender a
aprender supone disponer de habilidades para iniciarse en el aprendizaje y ser
capaz de continuar aprendiendo de manera cada vez más autónoma y eficaz de
acuerdo a los propias necesidades y objetivos.
Esta competencia requiere conocer las propias potencialidades sacando
provecho de ellas. Pero también requiere tomar conciencia las propias
limitaciones y carencias desarrollando la motivación,
la voluntad y el esfuerzo necesarios para superarlas, albergando
expectativas adecuadas de éxito y aumentando progresivamente la seguridad
en sí mismo para afrontar los nuevos retos del aprendizaje.
Reflexionando acerca de la definición anterior,
comprobamos que el desarrollo de esta competencia implica aspectos cognitivos y
emocionales, luego los docentes no podemos plantear el promover una
dimensión sin tener en cuenta la otra; es decir, necesitamos buscar el modo
de armonizar la razón y los sentimientos en el proceso
educativo.
Las dos dimensiones de la competencia de aprender a
aprender:
·
El progresivo conocimiento y la conciencia
de las propias capacidades (físicas, intelectuales
y emocionales), del proceso y las estrategias
necesarias para desarrollarlas; también de lo se puede hacer por uno mismo y de
lo que se puede hacer con la ayuda de recursos o de otras personas (adultos e
iguales). Comporta tener conciencia de aquellas capacidades que entran
en juego
en el aprendizaje, como la atención,
la observación, la concentración, la comprensión, el análisis,
la síntesis
o la evaluación entre otras, y obtener un rendimiento eficaz y personalizado de
las mismas con la ayuda de distintas estrategias: de trabajo cooperativo y
por proyectos, de resolución de problemas, de planificación
y organización
de actividades y tiempos de forma efectiva, o del conocimiento sobre diferentes
recursos y fuentes
para la recogida, selección y
tratamiento de la información.
·
Disponer progresivamente de un sentido de
competencia emocional que estimula la motivación, la confianza en sí mismo, el
interés y el gusto por aprender.
Conviene recordar que la motivación es una predisposición
general que dirige el comportamiento
del niño o la niña hacia la obtención de lo que se desea. Si la motivación
supone la tendencia emocional que facilita el cumplimiento de una meta u
objetivo, se puede concluir que, para afrontar cualquier aprendizaje, el niño o
niña necesita estar motivado, sobre todo cuando se encuentra ante una dificultad
o problema. Pero es necesario distinguir entre la motivación que llega del
mundo exterior al niño o niña, o motivación extrínseca; y la motivación que
surge del mundo interior, también llamada intrasubjetiva, motivación intrínseca
o automotivación.
La automotivación permite al niño o niña desarrollar el
esfuerzo físico y mental para alcanzar el logro del aprendizaje, sin necesidad
de que el adulto lo obligue o lo motive constantemente para hacerlo. La
automotivación para conseguir un logro es algo que se aprende desde la más
tierna infancia a través de las experiencias. De hecho, un logro llega a ser
el resultado de un conflicto
entre el esfuerzo por conseguir el éxito y la evitación del fracaso. Cuando un niño o niña alberga expectativas
de tener éxito en una tarea, se esfuerza por alcanzarlo ya que anticipa el
sentimiento de orgullo que sentirá con el éxito, tiene confianza en la propia
capacidad y este sentimiento estimula el esfuerzo.
Luego, ser competente para aprender a aprender requiere la
motivación de logro, pero también la curiosidad de plantearse preguntas,
identificar y manejar la diversidad de respuestas posibles ante una misma
situación o problema y utilizar diferentes estrategias que permitan al niño o
niña tomar decisiones con la información disponible.
Para conseguirlo, el docente debe plantear tareas que
desarrollen habilidades para obtener información de forma individual o
colectiva y transformarla en conocimiento propio, relacionando la nueva
información con los conocimientos o experiencias personales previas y aplicando
de forma autónoma los nuevos conocimientos y habilidades en los diferentes
contextos en los que el niño o niña se desenvuelve.
La labor docente también debe encaminarse a estimular que
el niño o niña vaya planteándose metas realistas a corto y medio plazo,
fortaleciendo la resistencia
ante las posibles frustraciones, la aceptación de los errores y el aprender de y con los demás. Por este motivo, las programaciones deben plantear también el
desarrollo de valores como el esfuerzo, la perseverancia, la cooperación, el
compromiso personal y la responsabilidad; y estimular la capacidad del niño o
niña para autoevaluarse y autorregularse, aumentando la autoestima,
el sentimiento de eficacia y competencia personal.
Fuente: Habilidades básicas del pensamiento y competencia para aprender a aprender
Los retos de la educación infantilhttp://www.monografias.com/cgi-bin/jump.cgi?ID=182901
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