
La escolarización de los niños y niñas que presentan
un trastorno específico grave del desarrollo del lenguaje.
No se trata de un simple retraso en la adquisición del mismo sino de alteraciones estructurales que producen alteraciones a lo largo de toda su escolaridad y dejan a menudo secuelas durante toda la vida.
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Desarrollo de un programa logopédico intensivo (diario en la mayoria de los
casos durante la etapa infantil y primer
ciclo de primaria), individualizado y que se aplique desde la edad más temprana
posible para aprovechar la plasticidad cerebral y para evitar la instalación de
respuestas inadecuadas.
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Seguimiento y apoyo intensivo a las familias, sobre todo durante los primeros
años, para que puedan aprender a ajustarse lo más pronto posible a las
necesidades comunicativas y linguísticas de su hijo/a.
A
menudo no se trata sólo de un seguimiento logopédico centrado en lenguaje y
comunicación sino que debe abordar temas de modificación de conducta.
En
una misma asignatura, es posible que puedan realizar perfectamente una parte de
la misma mientras que otras partes superan ampliamente su capacidad, en ese
momento de su desarrollo.
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La adaptación curricular no es siempre “negativa” en el sentido de eliminar
contenido; por ejemplo, en muchos casos (como los niños con dispraxia verbal o
el síndrome semántico-pragmático, se recomienda introducir tempranamente, si es posible, el lenguaje escrito, como sistema aumentativo para visualizar el lenguaje
y facilitar su aprendizaje); lo que ocurre en este caso es que se deben adaptar
contenidos y estrategias de aprendizaje.
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Apoyo pedagógico dentro del aula o asistencia a clases de apoyo, fuera del aula
o en el aula de integración, si las dificultades sumadas de lenguaje,
inteligencia y conducta no permiten el aprovechamiento real por parte del
niño/a de las actividades de clase (suelen tener dificultad para entender las
actividades colectivas) y perturban de forma significativa el desarrollo de la
clase, lo que repercutirá necesariamente de forma negativa en su propia
integración social.
Es
importante que la intervención del apoyo (dentro o fuera del aula) coincida con
las actividades de mayor dificultad.
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Desarrollo de un curriculum específico, dentro de una filosofía de “educación
especial”cuyos objetivos se centran más en el desarrollo de la mayor autonomía
posible que en los contenidos académicos propiamente dichos.
Los
objetivos de integración social se persiguen entonces a través de actividades
lúdicas o de tareas en las que no presentan alteraciones significativas y que
comparten entonces con los alumnos/as de desarrollo normal.
Es
el modelo de las “language units” de Gran Bretaña o de las aulas de educación
especial “de tipo 8”
en Bélgica: en algunos casos, la asistencia a esas aulas es provisional hasta
que los niños o niñas con TEL, gracias a los progresos de su comunicación y de
su lenguaje, puedan volver a una situación de integración en el aula ordinaria.
En
los casos más leves (por ejemplo una disfasia sólo expresiva en un niño con
buenas aptitudes cognitivas y sin alteraciones conductuales importantes) las
primeras medidas suelen ser suficientes.
Por
el contrario, los casos más graves (por ejemplo disfasias mixtas – como el caso
del síndrome semántico-pragmático, sobre todo si se inscribe dentro de un nivel
cognitivo “limite” y/o va acompañado de importantes alteraciones en las
habilidades sociales) requieren casi siempre la aplicación del conjunto de
estos recursos.
MARC
MONFORT
Logopeda-
Director del Centro Entender y Hablar de Madrid.
Fuente:AFNIDIS-GRANADA
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