Evaluación de la disfasia



Según Serón y Aguilar (1992), el diagnóstico de disfasia sólo se debe realizar a partir de los 6-7 años, pues si se hace en edad temprana confundirla con el cuadro de retraso simple del lenguaje.

Una evaluación de un caso de disfasia debe tener en cuenta los siguientes apartados:

1.     La evaluación de los procesos de producción y comprensión del lenguaje que deberían ser evaluados en términos cualitativos y no cuantitativos para ser distinguidos de los cuadros no disfásicos.

2.     Se deben considerar los procesos cognitivos que actúan en la adquisición del lenguaje y que nos pueden dar luz de la etiología de dicha alteración:

o    Atención sostenida, imitación generalizada, hábitos de simbolización que se entienden como requisitos previos al lenguaje.

o    Requisitos formales del lenguaje, vocalizaciones espontáneas (balbuceo), discriminación auditiva y seguimiento de secuencias rítmicas.

o    Requisitos sociales, establecimiento temprano de patrones de interacción social con niños o con adultos. Contacto ocular, sonrisa social.

3.     Estudiar los procesos de producción del habla, exploración de las praxias buco-faciales y de la articulación del niño.

4.     Estudio de la conducta general del niño y ver posibles alteraciones conductuales o de aislamiento.

5.     Realizar exploraciones complementarias: audiométricas (para descartar posibles deficiencias auditivas) y pruebas neurológicas.

6.     Exploración con pruebas psicométricas, ya que en muchas ocasiones el niño disfásico presenta trastornos psicomotrices asociados como alteraciones del espacio, conocimiento de izquierda, derecha, alteración del esquema corporal y expresión gestual.

 

 
 

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