Comportamiento infantil
Las malas conductas de los niños no pueden ser
sancionadas con castigos. La clave está en recompensar los buenos actos y
buscar alternativas a los malos
- Por AZUCENA GARCÍA
Marcar unas normas a los niños desde que son pequeños es la
base para conseguir una buena conducta. El exceso de permisividad deriva en
pequeños egoístas no acostumbrados a recibir un 'no', mientras que el
autoritarismo puede lesionar su autoestima y hacerles creer que sus padres y
madres no les quieren. La relación entre padres e hijos es un tira afloja
en el que unos luchan por mantener el poder y otros por conquistarlo, pero no
se puede tomar el camino fácil de imponer un castigo, porque su efecto, aunque
inmediato, es momentáneo. A la larga, da mejor resultado recompensar las buenas
conductas e intentar buscar alternativas a los actos que menos gustan. Todo el
mundo sabe que los actos que se repiten son los que reportan un beneficio.
Lucha de poder entre padres e hijos
La mayor parte de los comportamientos infantiles son
aprendidos. Al nacer, el niño desconoce las normas y las pautas de conducta
que se consideran adecuadas, por lo que busca sus propios modelos y aprende de
ellos. Se considera que el comportamiento es malo cuando, por defecto o exceso,
no se adapta a lo que se entiende por 'normal'. En este sentido, el doctor
Jordi Sasot, médico especialista en psiquiatría y pediatría infanto-juvenil y
coordinador de la Unidad de Padiopsiquiatría de la Clínica Teknon de Barcelona,
asegura que son muchos los padres que acuden a la consulta y hacen la misma
pregunta: ¿Por qué mi hijo se comporta así? "La respuesta está clara: tienen
que cortar el problema de raíz y marcar unas normas desde que los hijos son
pequeños, menores de cuatro años, y en pequeñas cosas", explica.
Una vez que el niño realiza un acto, lo repetirá o no en
función del efecto que produzca en su entorno, por lo que los padres deben
encontrar el equilibrio entre permisividad y autoridad. No obstante, según
afirma Sasot, "cada problema debe ser estudiado de manera individual
para descubrir su origen, que puede ser educativo, con problemas de
comportamiento, o biológico, con trastornos de conducta". En el
segundo caso, relacionado con cerca del 40% de los niños hiperactivos, cabe la
posibilidad de que el pequeño necesite tratamiento farmacológico, porque su
mala conducta responde a "condicionantes" con los que ha nacido. Se
trata de niños con conductas negativistas y desafiantes hacia sus padres, que
carecen de control de sus impulsos y que, "cuando cometen un error, les
gustaría resolverlo pero no pueden", puntualiza Sasot.
Por otro lado, se encuentran los "falsos niños con trastornos", cuyos problemas de comportamiento tienen origen a menudo en la sobreprotección de los padres, "que resuelven los problemas que el niño tiene que resolver por él mismo". "Si a los niños menores de tres años les dan de comer los padres, les permiten ir a la cama cuando quieren y les resuelven todos los problemas, no se les educa en la capacidad de frustración y los niños no toleran un 'no'. Éste no es el camino correcto", advierte el doctor Sasot. No se puede ser tan autoritario que el niño sienta que sus padres no le quieren, ni tan permisivo que acabe haciendo siempre lo que quiere. Desde la Asociación Mundial de Educadores Infantiles recuerdan que la permisividad "produce falta de control interno" y reconocen que la autoridad y firmeza bien ejercida permite a los niños alcanzar una "progresiva madurez y responsabilidad".

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