La educación de la afectivi­dad del niño celoso


Princi­pios que pueden ser útiles para la educación de la afectivi­dad del niño celoso:

 1. Es conveniente que el niño se alegre del bien ajeno, es decir, cuando observa algo bueno realizado en otra per­sona. Esto difícilmente ocurrirá si el niño no aprende a observar y a distinguir lo bueno.Tenemos que educar en  valores.

Esta muy extendida la costumbre de percibir únicamente lo malo de las personas, los defectos, sin que apenas haya ojos entrenados en observar las cualidades positivas que también esas personas tienen. Esta tendencia en el modo de percibir a los demás debe corregirse pues, de lo contrario, es muy fácil el asentamiento sobre ella de la envidia.

2. Aunque cierto tipo de comparaciones pueden darse entre los niños, puesto que es un procedimiento que les ayuda a conocer y a conocerse, las comparaciones que intervienen en el comportamiento celoso son de otro tipo y no tan naturales.  Se orientan a autovalorarse como superior o inferior respecto a los otros. Es muy conveniente enseñarle a que evite establecer ese tipo de comparaciones.

3.- La educación afectiva del niño celoso debe ser abierta, de manera que se le pueda mostrar una pluralidad  de valores. Si se procede así, el niño celoso comprenderá que las comparaciones con otros hermanos y compañeros no tienen sentido, puesto que si el se siente superior en esto o aquello en relación con su hermano , este en cambio es muy superior a él en otras cualidades diferentes.  De otro lado, la pluralidad de valores amplía el horizonte educativo y motivacional del niño.
La educación en la pluralidad de los valores impo­sibilita en buena parte esa tendencia a la exclusividad pose­siva. Si aprende que hay muchos valores y que de to­dos ellos puede tener una parte mayor o menor--cosa que es compatible con que los demás también tengan otras por­ciones--, entonces no planteará un comportamiento celotípico precisamente cuando se siente amenazado en la exclu­sividad de aquello que posee..

4.- Para reducir el egoísmo que caracteriza al comportamiento celoso puede ser muy conveniente educar al niño en otros principios antropológicos fundamentales como algunos de los siguientes:

a) Que cualquier persona vale más que todas las cosas, posesiones y pertenencias.

b) Que es más sano preocuparse por los demás que únicamente preocuparse por sí mismo.

c) Que ante la admiración de un valor realizado en un compañero, lo que no hay que hacer es desearlo para sí sin ningún esfuerzo, sino más bien tratar de conquistarlo a través de un sano deseo de superación de uno mismo.

d) Que la prosperidad de los que nos rodean nunca hemos de tomarla cómo algo que forzosamente nos perjudica o nos causa un grave perjuicio.


5. La educación en la afectividad del niño celoso puede sintetizarse en lo que sigue: tratar de hacer de él una persona que sepa querer y que no sea dependiente de los demás, por el afecto que de ellos recibe. En principio, du­rante las primeras etapas del desarrollo son dependientes del afecto que reciben de sus padres . Pero si esa dependen­cia afectiva se prolongase a lo largo de su vida, su personali­dad entera seria dependiente, constituyéndose y configurándose de una forma neurótica. Por consiguiente, al niño hay que educarle para que sepa querer, que es algo muy di­ferente de depender afectivamente de los demás. Un niño madura y aprende a querer:

a) Si es capaz de establecer un vínculo afectivo y au­téntico con alguien y no condiciona su querer únicamente al hecho de que le quieran.

b) Si es capaz de autoestimarse y respetarse a si mismo, independientemente de que reciba o no afecto continuo de otras personas.

c) Si no confunde las discrepancias, desacuerdos y di­versas maneras de ser, con manifestaciones de re­chazo, animadversión y descalificación personal.

d) Si tolera las frustraciones que la convivencia humana comportan, sin que por ello se rompa o destruya la amistad y el afecto que tiene a las otras personas.                                          

            (Extractado de A. Polaino)


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